Otra cosa no, pero los árabes suelen ser muy bien educados. Por eso sorprende la actitud matona del presidente del club árabe PSG (es catarí, no francés), Nasser Al-Khelaifi, amenazando de muerte a un empleado del Real Madrid que grababa sus diatribas contra los árbitros del partido Real Madrid-PSG, dando voces e intentando entrar en el vestuario de los colegiados. Creo que lo consiguió, junto a su sicario y director técnico del equipo, el brasileño Leonardo, e incluso rompieron el palo de un banderín de un árbitro asistente. Estos hechos, recogidos en un acta por personal de la UEFA, incluso por el propio árbitro, merecen reproche deportivo y quién sabe si penal, si el empleado del Real Madrid, cuyo móvil salió volando en el lance, se decide a llevarlos a los juzgados. Ya veremos. Resulta impresentable que el fútbol esté en manos de tipejos como estos y que la UEFA lo permita. De todas formas, el Real Madrid -que sí es mucho más que un club, no como el otro, que se dedica a la política- ha demostrado que el dinero puede ser derrotado por el fútbol y esta es una buena noticia. Al PSG se le permite fichar sin límites, pero en los últimos tiempos se ha dedicado a adquirir nombres y no futbolistas y así le han salido ranas algunos de ellos, como Neymar (que está más tiempo en Brasil que en Francia), Messi (que en este momento es una caricatura de sí mismo) y Sergio Ramos (que lleva dieciséis meses lesionado). La actitud matona y amenazante de Al-Khelaifi, que es el representante del emir de Catar en el club, no altera lo que se vio en el campo: un equipo ramplón, en el que no destaca sino Mbappe; y Killian Mbappe será jugador del Madrid la próxima temporada, cobrando la mitad de lo que le ofrece el matón. El Madrid, de nuevo, ha salvado el fútbol.