tribuna

El no es no al Sahara

Por fin se ha impuesto el concepto de evolución al de rectificación. Evolucionar, de un tiempo a esta parte, es hacer lo contrario de lo que se había dicho al principio sin que nadie te chiste. Entiendo que esta estrategia sea escasamente comentada por la oposición, porque al fin y al cabo consiste en el acercamiento paulatino a sus tesis de origen; lo que no se explica es la aquiescencia de una militancia sumisa, dispuesta a renegar de sus creencias más firmes en cuanto se lo diga el jefe y se lo transmita el argumentario. Lo mismo digo de la prensa amiga, siempre dispuesta a justificarlo todo, aunque se encuentre en las antípodas de lo que se defendía el día anterior. No voy a sumarme a las críticas sobre un cambio de la actitud política en el asunto del Sahara, solo quiero dejar claro la ductilidad con que se presenta un partido monolítico que hoy es capaz de pronunciarse por una idea y mañana por la contraria y no pasa nada, porque ahora le dicen qué parte del no no han entendido y sus integrantes se quedan como las estatuas de sal, diciendo que eso no va con ellos. Sería sorprendente, si no fuera porque forma parte de la constante de un estilo que se instaló hace unos años y que ha hecho que muchos de sus antiguos militantes abandonaran el barco, cansados de tanta desfachatez. Cuando hace unos días el juez del caso Gali se pronunciaba con estas palabras: ”Lo que nos dice la Ley es que el presidente del Gobierno dirigía esta actuación conjunta”, no parece de recibo este cambio de postura en un asunto que le costó el puesto a la ministra González Laya y que estuvo a punto de llevarse por delante a Marlaska. Se puede sospechar lo que se quiera, pero lo asombroso es el silencio moderado de los compañeros de coalición y de las fuerzas políticas de la investidura, que siempre se han manifestado partidarios de la autodeterminación de los territorios ocupados por Marruecos. Sánchez ha descubierto que dispone de un talismán cuando los asusta diciendo que viene la derechona si se producen fisuras en sus apoyos incondicionales. Así acabará por desgastar definitivamente a Podemos, del que ya no queda más que las escasas movilizaciones a favor de Rociíto, con Rigoberta Baldini, y las incomprensibles y surrealistas homilías de Yolanda Díaz, que también quiere ensayar su espacio particular de Aló vicepresidenta. Lo del Sahara me parece la posición de un streapper profesional jugando a las prendas. Qué más le da desnudarse o quedarse en calzoncillos si es que todavía los tiene puestos. Parece un espectáculo cerril en la plaza del pueblo con los mozos jaleando para ver a una joven desnudarse, mientras pierde el rubor, porque es su profesión y está acostumbrada a hacerlo todos los días. Una más no importa, se dirá, y tiene razón, porque el personal atónito está dispuesto a pasárselas todas. Me recuerda el final de la película “Franco ese hombre”, cuando el director Sáenz de Heredia le pregunta al general si es difícil gobernar a los españoles, y este contesta: “Qué va. Son muy buenos”. Qué razón tenía.

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