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Ernesto Lecuona murió en un taxi

En una de las columnas del lobby del hotel Mencey, en Santa Cruz de Tenerife, puede leerse una placa que indica que el gran músico cubano, de origen canario, Ernesto Lecuona, había fallecido en 1963, durante una de sus estancias en el establecimiento. No fue exactamente así. Lecuona murió en el taxi que le trasladaba desde la casa de un pariente suyo al hotel en el que se alojaba, tras cenar con su familia en una casa lagunera. Me lo contó Alicia Lecuona, sobrina del gran compositor, autor de Siboney, Siempre está en mi corazón, Noche Azul y María La O, en una entrevista que yo publiqué en este periódico, en la sección Conversaciones en Los Limoneros. El taxista, viendo que el pasajero se sintió indispuesto, decidió dirigirse al Mencey, desde donde se pediría un médico con más facilidad que desde cualquier bar de carretera; pero cuando llegó, el compositor había fallecido. Su deseo era ser enterrado en Nueva York y fue don Antonio Lecuona, que había sido presidente del Cabildo de Tenerife, quien se ocupó de todos los trámites y de que sus partituras inéditas, como era su deseo, fueran trasladadas a un lugar determinado de Suiza, tarea que cumplió una hija del propio don Antonio. Ernesto Lecuona está enterrado, siguiendo sus deseos, en el Gaten of Heven, un cementerio situado a 25 millas al norte de Nueva York, y de ello se ocupó un ahijado del músico nacido en Guanabacoa (Cuba) en 1895 y fallecido en Santa Cruz en 1963. La soprano portorriqueña Ana María Martínez hace en YouTube una interpretación magistral de María La O, con una de las mejores orquestas sinfónicas de Salzburgo, dirigida por el fallecido Jesús López Cobo. Y María Leticia Hernández, de la Manhattan School Music, escogió la misma melodía como final de su master de canto. Lecuona es una de las glorias de la música cubana y un genio de la composición, famoso en todo el mundo.

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