el charco hondo

Especies

La hipótesis de que la invasión de Ucrania pueda abrir la caja de los truenos nucleares, precipitando un escenario que se verbaliza con delirante normalidad -mala señal-, genera la duda de si encajamos en el menguante listado de especies protegidas, junto a gorilas de montaña, oligarcas, osos polares, linces ibéricos, traficantes de armas, tigres de Sumatra, servicios de inteligencia, rinocerontes blancos, especuladores o leopardos de las nieves, o si, empeorándolo, la amenaza nuclear nos mete directamente en el catálogo de los animales que están en peligro de extinción, compartiendo esa finitud con la ballena, los diplomáticos, el elefante, los altos representantes ante la Organización de Naciones Unidas, el delfín de agua dulce, los derechos humanos en Ucrania y otros países que no salen en los telediarios, las tortugas y los líderes que el planeta está echando en falta. El desorden que ha acabado con el orden internacional anuncia que como ciudadanos nos acercamos al listado de especies en vías de extinción, daños colaterales, pérdidas inevitables, fichas de negociación, piezas intercambiables, víctimas de negocios e intereses que nunca asoman la luz. Cosa diferente es que como consumidores no tenemos los días contados, por ese lado podemos considerarnos especie protegida. Siquiera como compradores, puede que tengamos una oportunidad. A los patrocinadores de la guerra no les interesamos como personas físicas, pero sí como consumidores de energía, productos básicos y no tan básicos, de ahí que China esté cuidándose mucho de disimular su tibieza, equidistancia y permisividad. Quizá así se explique que de pocos días a esta parte el gobierno chino haya pasado del apagón a la transparencia -al exhibicionismo- en el relato de la pandemia en aquel país, en un intento, tirando a burdo, de que se hable de China por una reaparición prefabricada del COVID, y bastante menos por la posición contable, y gélida, que su gobierno ha adoptado respecto a un conflicto que, caso de ir a peor, los dejaría sin compradores ni mercados. Puede que a estas alturas de la guerra, con los ucranianos aplastados por la barbarie, la hipótesis de un escarceo nuclear no tenga recorrido únicamente porque China no tendría quien compre lo que fabrica. Con todo, no nos podemos permitir la bajona. Hay que convivir con esta desvergüenza -con esta mierda- con ánimo, sin bajar los brazos ni dejarnos arrastrar por el pánico o el derrotismo. No podemos venirnos abajo en público o privado. Hay razones para estar asustados, pero el miedo tampoco nos lo podemos permitir.

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