En estos días, en pleno proceso de corrección y selección de fotos de mis Memorias ligeras, me olvido del puto folio. Y es que apenas estoy leyendo los periódicos, ni escuchando los medios audiovisuales, excepto para lo de Ucrania. Ayer fue un día de llamadas. Dormí hasta las cuatro de la tarde. Me despertó mi abogado y amigo Juan Inurria, a ver qué era de mí. Luego me llamó Bea, que está esquiando en Andorra, para contarme que no me encontraba una chaqueta que le encargué. Después Ana, de Los Limoneros, para decirme que Jose, propietario de Bounty, me había dejado allí unos perfumes exclusivos. Por la tarde, más corrección de textos y más selección de fotos. Juan-Manuel García Ramos telefoneó, a primera hora de la tarde, para preguntar si se había muerto algún enemigo. Le dije que, al menos que tuviera noticia, no. Colgó, bastante desencantado. Seguí con lo de las Memorias ligeras y mi paisano Agustín González, director de este periódico, me telefonea para preguntarme qué pasa con el puto folio. Me entregan unos Jordan que encargué a Inuria jr., que viajó el domingo a Fuerteventura, junto a su compañera Andrea, a impartir una conferencia sobre el uso medicinal del cannabis. Ya digo que fue miércoles y parecía lunes. Mi sobrino Jorge me hace una compra y me trae un chocolate tan duro que ahora me duele un colmillo. Tendré que visitar un día de estos la clínica Naveiras para que me revisen el colmillaje. Recurro, por la urgencia, a contar en el puto folio lo que me ha ocurrido en el día, para no aburrirles con la actualidad. Escucho que han eximido al rey Juan Carlos de los delitos fiscales atribuidos. Me alegro. Y de que venga el emérito a su país, de donde nunca debió salir, aunque cualquiera se arriesga con los hijos de su madre que lo acusan. Y ya paro, porque he cumplido con el número de palabras establecido. Uf.
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