viernes a la sombra

Nolito

Era visible, en la cancha, que Nolito Hernández Sánchez estaba tocado por los dioses de la técnica futbolística. Dominio de balón con ambas piernas, visión de juego, balones al hueco -así se decía antes-, procurador de los espacios libres y buena respuesta en el uno contra uno. Solo un problema: lentitud, que él compensaba con algún sprint para las llegadas o forzar el avance o el último intento de pase de un rival. Frío, calculador, hacía gala del temple reservado a los elegidos. Que hiciera estas cosas, además, en una cancha de tierra -cuando había barro o charcos, mejor no alinearle-, más valorable la de su sapiencia periodística.

Perteneciente a la inacabable saga de los Sánchez -era el menor de nueve hermanos-, recordamos verle jugar en su Orotava del alma, antes de ir al Valencia, donde llegó con muchas ilusiones para jugar en Primera división. Hacerlo en su filial, Mestalla, no mermó sus afanes. Había sido integrante de la selección juvenil de Tenerife –cuando la categoría en Canarias sobresalía por la calidad de los equipos y las individualidades- y debutó a los dieciséis años con el primer equipo orotavense en Los Príncipes frente al Realejos.

La regularidad y el buen rendimiento con el Mestalla propiciaron el salto al Valencia, donde coincide con Héctor Núñez, Paquito y Guillot, entre otros destacados jugadores. Ya en los años setenta fue traspasado al Real Betis en una operación que incluía a Joaquín Sierra, Quino, el primer gran rebelde del futbol español, que se negó a jugar de verdiblanco y amenazó con retirarse (hay que recordar que Quino se puso a la órdenes de Alfredo Di Stéfano, alcanzó la internacionalidad en siete ocasiones y que cuando colgó las botas siguió vinculado al fútbol se integró en la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE), de la que llegó a ser presidente).

Mientras tanto, Nolito vistió los colores del Onteniente, desde donde retornó a la Isla para jugar con el Club Deportivo Tenerife. Seguía acreditando su técnica balompédica, pero no tuvo continuidad en las alineaciones. Siempre deportivo y caballeroso, nunca un mal gesto ni un desplante. Decidió abandonar el profesionalismo para jugar con la UD Orotava, donde brilló, claro que sí. Creemos recordar que en algunas alineaciones alternó con su primo Francisco Sánchez, otro jugador de postín que probó en el Real Madrid y lució sus habilidades en la Unión Deportiva Las Palmas. En la capital, conoció a Luis Molowny, con quien los Sánchez cultivaron una sólida amistad cuando el plantel amarillo hacía sus preparativos de verano en el hotel Tigaiga y en el municipal Los Cuartos, ya luciendo cancha de hierba. En varias ocasiones, en la finca de Los Altos de La Orotava, del que fuera alcalde, coincidieron para rememorar episodios, hablar de fútbol y brindar por las excelencias del fútbol canario.

Nolito ganó competiciones y trofeos durante su etapa final en regionales, en la que alternó con su ejercicio profesional en la banca, donde ingresó por oposición. No conforme y reacio a dejar el fútbol, obtuvo la titulación de entrenador nacional con la que dirigió a Orotava y Realejos en el Grupo Canario de Tercera división.

Nolito Hernández Sánchez ha dicho adiós con su salud algo quebrantada. Pero nos deja recuerdos de una trayectoria deportiva intachable y de una entrega significativa haciendo lo que más le gustaba. Recuerdos de pases, regates, colocación y visión futbolística de altos quilates. Un superdotado, lentitud incluida.

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