el charco hondo

Sr. Smith

Escribió Mary Beard —en su manifiesto Women & Power— que las mujeres encajan con dificultad en una estructura que ha sido codificada para los hombres; y, partiendo de esa premisa, concluye que para lograr que las cosas sean diferentes hay que cambiar la estructura. La base de las reivindicaciones del movimiento Me Too tiene en reflexiones de este tipo sus pilares, y en eventos que llegan a todos los rincones del planeta, como la ceremonia de entrega de los premios de la Academia de Hollywood, el altavoz que las buenas causas necesitan y merecen para calar, y avanzar. Hace cuatro años, en la gala de los Oscar de 2018, el caso de Harvey Weinstein asomó a la superficie, y con él también las voces que hasta ese momento el miedo tuvo amordazadas. Cuatro años después de que aquella gala ayudara a que algunas cosas empiecen a cambiar en el cine, sin duda, pero también en las oficinas, un hombre ofende a una mujer y el marido de la ofendida agrede al autor de la ofensa, y, no conformándose con reaccionar conjugándolo en pasado imperfecto, se permite un discurso sobre la obligación del varón de defender a su familia y, claro está, a su mujer. A la vista está, en 2018 se dieron dos pasos al frente para cuatro años después, en 2022, retroceder cuatro o cinco. La agresión de Will Smith a Chris Rock devuelve a Hollywood, y al mundo que lo observa, a la casilla de salida, al pozo de los juegos de mesa. El bofetón acerca a la sociedad que fuimos alejándonos de la que queremos ser. El Sr. Smith avaló con su comportamiento violento a quienes siguen creyendo que la discrepancia o la ofensa no merece otra respuesta que la agresión física, qué decir del machismo explícito e implícito que transpira el convencimiento de que la réplica era cosa de él y no de ella. Así es como lo hacemos —escribió el hijo de ambos—. Hay otra forma de hacernos, ha escrito Roy Galán. Amor y masculinidad no deben mezclarse. Obviando las disculpas posteriores, posiblemente imploradas por sus representantes, el actor entendió —como bien ha señalado Galán— que su obligación era restituir el honor de su pareja sin contar con ella, convirtiéndola en un mero espectro. Un bofetón bajo la mirada del mismísimo planeta alimenta la involución con la que algunos se sienten masculinamente cómodos, un retroceso que diluye el mensaje lanzado al mundo hace ahora cuatro años. Hollywood premia películas tan flojas como políticamente correctas pero se pone de perfil cuando un actor sube al escenario, agrede y vuelve a su asiento sin que nadie le tosa en ningún momento. La penitencia de Will Smith será pasar los años que le queden siendo el Sr. Smith, ese que agredió al presentador en una gala de los Oscar.

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