en la frontera

Un espacio político cada vez más necesario

Los tiempos que corren, dominados por una ideologización radical de la vida social, política, cultural y económica, reclaman moderación, equilibrio, concordia, realismo y, sobre todo, un compromiso creciente con la dignidad del ser humano y sus derechos fundamentales. Algo que hoy, a causa del afán de dominio y de control social de diferentes opciones políticas en tantos países, sobre todo de cuño populista, brilla por su ausencia. En efecto, precisamos un espacio de moderación, de cordura, de sentido común, en el que se trabaje desde la realidad y con la razón desde la centralidad de la dignidad del ser humano. Hoy, en España, es una apremiante necesidad, pues en muy poco tiempo el radicalismo y las ideologías cerradas están destruyendo a toda velocidad los cimientos de un Estado social y democrático de Derecho que ha costado mucho sacrificio y mucho compromiso levantar en las últimas décadas. Uno de los rasgos que mejor define al espacio del centro es el de la reforma permanente para la mejora integral de las condiciones de vida de los ciudadanos. En efecto, en este concepto se encuentran conjugados una serie de valores, de convicciones, que permiten delimitar con precisión las exigencias de una política que quiera considerarse centrada, o de centro. Una forma de hacer política que está permanentemente poniendo el foco en las personas y en la promoción de la libertad solidaria de todos los ciudadanos. Por eso, lo relevante es que efectivamente las políticas se realicen al servicio de las personas, especialmente de las más necesitadas. Y, no, como ahora se hace, usar a los desvalidos y excluidos para encaramarse en el poder a través de una colosal operación de control social y de inoculación de la ideología populista. El reformismo implica en primer lugar una actitud de apertura a la realidad y de aceptación de sus condiciones. A partir de esta base, las políticas se caracterizan por la mejora constante de la realidad de manera que tal posición repercuta en un mayor bienestar y calidad de vida para todos los ciudadanos. Reforma y eficacia, ya que van de la mano, pues no es concebible desde el centro la reforma que no implique resultados para la mejora de las condiciones de vida de los habitantes. Crecimiento económico, claro, pero al servicio de las personas. Austeridad en el gasto, por supuesto, pero que haga posible políticas humanas y solidarias. Hoy, sin embargo, lo que observamos es un gobierno radicalizado, sin norte, que todo lo fía a mantenerse en el poder como sea. El reformismo va de la mano de políticas de integración y de cooperación que reclaman y posibilitan la participación de los ciudadanos singulares, de las asociaciones y de las instituciones, de tal forma que el éxito de la gestión pública debe ser ante todo y, sobre todo, un éxito de liderazgo, de coordinación, o, dicho de otro modo, un éxito de los ciudadanos. La realidad demuestra, está en la mente de todos, la nueva política consistente en excluir y laminar a los que no piensan como la cúpula dirigente. A diario lo constatamos. Las políticas centristas son políticas de progreso, de mejora, porque son políticas reformistas. El reformismo hoy, a pesar de que brilla por su ausencia más allá de camaleónicos retoques sin relevancia, está de palpitante y rabiosa actualidad porque precisamos cambios y transformaciones de calado. Sobre todo porque es menester recuperar los valores propios del Estado social y democrático de Derecho y de la democracia.

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