El carácter irlandés, muy festivo, no hace excepciones con los funerales, así se explica la buena costumbre de celebrar los entierros aderezándolos con comida y alcohol. Antiguamente iban más lejos, con bromas, juegos o bailes que solían celebrarse durante la noche para aliviar la lentitud de las peores horas, timbas de cartas -incluso repartiendo la mano al muerto- y de dados, yéndose al pub una vez enterrado el difunto para recordarlo y emborracharse en su honor. Claro que no solo los irlandeses saben organizar funerales. Como dijo Alfredo Pérez Rubalcaba, los españoles somos gente que enterramos muy bien. También al PP se le dan los funerales. En el entierro de Pablo Casado -este fin de semana, con sevillanas maneras- los populares lo han bordado con una ceremonia irlandesa. Lejos de dejarse arrastrar por la moderación que empapa algunos entierros, el de Casado lo han celebrado, con el difunto de cuerpo presente, como buenos irlandeses, con comida, selfies, risas y euforia mal disimulada. Lo han hecho bien. Han zanjado a la velocidad de la luz un pulso entre Casado y Ayuso que deja preguntas sin respuesta, una crisis que situó al partido al borde del abismo y la demolición. Con Casado preguntándose si lo que ha pasado es real o solo una pesadilla de la que despertará en cualquier momento, el PP ha hecho lo que tenía que hacer, intervenir quirúrgicamente con urgencia, abrir, operar y cerrar, sin paños calientes, rápido, como las acciones relámpago de los militares adoctrinados para operaciones especiales. Se vote o no al PP, se empatice o no, se comparta o no su modelo de país, es una buena noticia que el PP se recomponga. Ojalá los fantasmas que tanto mal han hecho al partido -los espectros que tantísimo daño le hacen- dejen trabajar a Núñez Feijóo para recuperar un buen PP, un PP responsable, maduro, reconocible, capaz de hacer oposición sin renunciar al sentido de Estado. Con Ciudadanos a las puertas de reencontrarse con Pablo Casado en el más allá, Feijóo tendrá que retratarse con o sin Vox en las autonómicas y locales de 2023. La convivencia con el vecino que vive al fondo a la derecha será una de sus pruebas de fuego de cara a las elecciones generales que se celebrarán unos meses más tarde. Con gallegos, andaluces y valencianos sentados en la mesa de decisión, el PP de allá o acá está, como los socialistas, en manos de la economía. Será la recuperación económica -si llega, o si no- la que dé alas o se las quite a unos u otros, condicionando las ecuaciones que puedan darse cuando el reloj marque la hora de los pactos. El irlandés ya es historia. Esta semana echa a andar el siguiente PP.