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El Rey

Este país de miserables, sinvergüenzas, de herederos de pícaros y de grandes pícaros ha mancillado gravemente a su Rey, al Rey Juan Carlos, exiliado en los Emiratos Árabes. Recomiendo la lectura de Mi rey caído (Debate), el libro que acaba de publicar Laurence Debray, hija de revolucionarios –su padre fue el guerrillero intelectual amigo del Che, Regis Debray, y su madre Elizabeth Burgos, historiadora venezolana, igualmente perteneciente a la izquierda de su tiempo—; y Laurence muy cercana al monarca. La periodista francesa abre sus sentimientos en canal, confiesa su simpatía, desde la infancia, por el Rey de los españoles y construye una biografía que se lee de un tirón y que calla muchas cosas; esto último lo digo basándome en mi olfato forjado en 52 años de profesión. La conclusión es el relato del maltrato de este país al que fuera artífice de la bendita Transición. Un país que se olvida tan fácil y rápidamente de su Historia con mayúsculas no merece reconocimiento alguno. El Rey Juan Carlos es la principal víctima de este Gobierno de locos, incapaz de proteger la figura histórica de un auténtico personaje, que cogió el difícil timón de España con solo 38 años y que siempre fue pobre y nos sacó de pobres. Hasta que, sin la menor merma de lo público, se echó una querida –que tire la primera piedra quien esté libre de pecado— y aceptó un regalo millonario del Rey de Arabia Saudita. Querida y regalo, más la ejecución de un elefante –acto que yo deploro—, se convirtieron en un triángulo maldito para un Rey español, muy español, que tiene el mismo derecho a equivocarse que cualquier ciudadano de a pie, sobre todo en este nuevo mundo de la igualdad global, que en España es constitucional. Lean el libro y entenderán muchas cosas. Laurence Debray no sólo escribe bien, sino que acierta en lo que dice. Y España es un pollo sin cabeza.

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