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El único útil

Nuestra familia se suele reír muchas veces de sí misma, lo que convierte a sus integrantes en personajes muy longevos. Mi hermano Aquillo, por ejemplo, que es un gran belenista, se cabreó cuando le dije en un artículo que el gallo de su belén era tan grande que podía tratar de tú al papa; que San José era enano; la Virgen, una cachorra; y que el camello de Baltasar era mayor que la casa de Herodes. Es decir, que mi hermano, al contrario que mi padre, no tiene, que digamos un buen sentido de las proporciones. Lo que mi padre nunca dejó de poner cerca del pesebre donde nació el Niño fue el caganer. Una vez se rumoreó que en la caja de seguridad que tenía yo, hace más de treinta años, en la bóveda de seguridad de CajaCanarias, iba a meter sus zarpas la odiosa Agencia Tributaria. Saqué todo lo que tenía allí, cuatro tonterías, y metí un enorme caganer, dedicado a los señores inspectores y a los agentes actuantes. No supe si Hacienda llegó a la caja se seguridad, tampoco sé nada de lo que fue de ella, ni en qué manos quedó el caganer, si pasó a las de la Fundación La Caixa o fue destruido. En mi familia, el único apto para la mili fui yo, que por lo visto era el más completo, porque de los otros dos hermanos, uno veía menos que Pepe Leche y el otro oía menos que Beethoven. O sea, que hice el gilipollas pues fui el tipo con menos vocación militar de todo el Ejército patrio. Y, ahora, con la COVID, el único que lo ha agarrado he sido yo. Los otros dos, el belenista y el sordo, se han ido de rositas. Tengo mala suerte: cuando murió mi padre, su única herencia fue un sobre verde de Seguros La Equitativa con el certificado de haber sido voluntario de la primera ola de la guerra civil dentro. Lo voy a subastar.

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