Mientras los gobiernos de España y Marruecos dirimen en estos días quién tiene derecho a las riquezas del subsuelo oceánico de esta parte del Atlántico, se ahogan en sus aguas las víctimas de su incapacidad para regular una inmigración, por otra parte, beneficiosa para ambos países, sin que los medios puestos a disposición de Salvamento Marítimo puedan evitarlo, por mucho que sus miembros multipliquen esfuerzos en taponar esta vía de agua que torna luctuoso el entorno de unas Islas antaño tildadas de Afortunadas. Por mucho que la inmensa mayoría ni siquiera prefiere quedarse aquí, visto lo que hay, hasta las bolsas de miseria que escandalosamente registra el Archipiélago siempre supondrán un mejor destino para quienes se lo juegan todo a bordo de una barquilla. Aunque parezca mentira, la ruta canaria mata hoy más que en la llamada crisis de los cayucos, pero ello no parece afectar ni a Madrid, ni a Bruselas ni mucho menos a Rabat. Es tiempo de alzar desde Canarias una voz firme y unánime para poner freno a semejante desidia ante la muerte de tanto inocente. Será que hace falta publicar más fotos de bebés ahogados para que alguien se preocupe de una vez y por todas. ¡Jaque mate!
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