Creen los domingueros de la noche que lo de salir de copas hasta las tantas está al alcance de cualquiera. Piensan, quienes solo conocen de oídas las sobremesas de rones, ginebras y otras bebidas más o menos espirituosas, que los viernes por la tarde son autopistas sin peajes, puertos de montaña al alcance de aquellos que, debutantes, tristes y becarios, quieran subirlo a golpe de pedal. Cenizos, mustios y otras especies que habitan en el subsuelo de la novelería, gente con ese mal vivir que está por estrenarse en el noble arte de festejar lo que sea en barras, terrazas y locales donde ponen música que incita a cantar y bailar, imaginan que lo de echarse a la calle, en carnavales, por ejemplo, consiste en comprarse o hacerse un disfraz, peluca, base protectora, purpurina, maraca y ya está. Y no. La cosa no va así, qué va. Como ocurre con cualquier otra carrera de fondo, para salir en carnavales hay que entrenarse, con disciplina, y perseverancia, durante doce semanas, meses —tres, ni uno menos— en los que hay que prepararse a fondo para que, llegado el momento, la fuerza nos acompañe. Calendario en mano, para llegar en forma a los carnavales de finales de junio es imprescindible comenzar con el plan de entrenamiento este viernes y sábado, cumpliendo a rajatabla, durante los siguientes doce fines de semana, con el imprescindible ejercicio de resistencia, las pruebas de esfuerzo, pasarse ocho, nueve o diez horas —por lo menos— simulando, vaso en mano, que estamos ya metidos en faena, marejada, marejada, preparar a los órganos vitales más implicados —también los pies, y la mano que lleva la marca— y acabar las sesiones desayunando churros con las primeras luces del siguiente día. Sin esta rutina que cualquier monitor de gimnasio podrá avalar, quienes salgan disfrazados a finales de junio volverán a casa un par de horas después con la mirada perdida, fundidos, con ganas pero desfallecidos, frustrados, desentrenados porque no han olido a juerga desde marzo de 2020. Quien avisa no es traidor. Hay que empezar, pero ya, con las simulaciones del carnaval en la calle. Hay que prepararse a partir de este viernes —en sesión doble, también los sábados— durante las siguientes once semanas y media. Aunque los domingueros de la noche o los becarios de las sobremesas crean que cualquiera puede echarse a la calle y volver a casa catorce horas después, tengo el alma en pedazos, ya no aguanto esta pena, la cosa requiere pautas propias de lo centros de alto rendimiento. Yo no soy de salir en carnavales, pero a quienes sí van a echarse a la calle cabe recomendarles que empiecen a entrenar cuanto antes porque la cabalgata está doblando la esquina.