Quienes resoplan ante la inminente finalización de la obligatoriedad de la mascarilla en interiores (con importantes excepciones, como transportes o centros sanitarios) pueden dormir tranquilos. Teniendo en cuenta que nadie la llevaba en Semana Santa, cabe barajar que la psicología inversa haga su trabajo, y acabe provocando que se recupere o incremente el uso de la mascarilla. Al permitirse que cada cual haga lo que considere, la gente, por llevar la contraria, lo mismo se la vuelve a poner. Si en Blade Runner los replicantes eran seres que, concebidos por la ingeniería genética, fueron constituidos con la materia de los humanos, con los últimos coletazos de la pandemia están saliendo a la superficie los reactantes, contribuyentes que reaccionan emocionalmente en contradicción directa a reglas o regulaciones que, a su juicio, condicionan su conducta. Resistentes a la persuasión, a los decretos ministeriales, las restricciones autonómicas o los bandos municipales, los reactantes atienden al perfil de los ejemplos que suelen utilizarse para explicar la psicología inversa y las técnicas de intervención paradójica, que, sin entrar en detalles, se resume en el tipo de personas que hacen lo contrario de lo que se les dice, basta que se permita estar en interiores sin mascarillas para que, por llevar la contraria al Gobierno, se las pongan. Sea como fuere, a replicantes o reactantes cabría recordarles que nadie va a quitar a nadie la mascarilla por ley. Quien quiera seguir llevándola en casa, cuando vaya en el coche hablando consigo mismo y caminando a solas por el bosque de noche cerrada, o encerrado en el baño, nadie se lo va a impedir. Por obvio que parezca, hay algunos a los que se debe explicar que no es obligatorio quitarse la mascarilla. Aquellos que se vayan a sentir incómodos -profesores, entre otros- que se la dejen. El plan verdaderamente efectivo, de marzo de 2020 a esta parte, es uno mismo, las decisiones que adopte individualmente, el sentido común que le ponga. Es probable que muchos se la quiten de forma progresiva, poco a poco, según cojan confianza. Ahora que con boca y nariz recuperando el protagonismo perdido -saliendo de la clandestinidad- algunos van a tener dificultades para reconocer a los conocidos (se acaba la tregua para quienes mejoraban con mascarilla, se dice por ahí), las decisiones personales recuperan el espacio que les fue arrebatado, libertades rescatadas que los lógicos gestionarán con madurez -quitándosela o dejándosela un tiempo- mientras los reactantes hacen oposición al gobierno poniéndose la mascarilla para llevar la contraria.