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Fútbol es fútbol

Desde que Bujadin Boscov, a la sazón entrenador del Real Madrid, dijo aquella gilipollada de “fútbol es fútbol” y desde que pronostiqué por escrito que España no iba a ganar el Mundial de Sudáfrica -que ganó-, yo hablo poco de fútbol. Porque me equivoco. Los periódicos deportivos catalanes han dicho que el Madrid, que hizo un partido redondo frente al Liverpool, no ganó la Champions, sino que quien la ganó fue su portero belga Courtois. Como si el guardameta fuera miembro de otro equipo. Cuando aventuro un resultado soy la antítesis del Pulpo Paul, siempre me equivoco, pero esta vez estaba convencido de que mi Real Madrid iba a ganar la Champions. Ya sé que es fácil hablar después del partido, pero les aseguro que así fue. Hay misterios en el fútbol. Uno de ellos es que uno de los mejores defensas centrales de Europa, Nacho Fernández, no sea convocado a la Selección Española porque el chiringuito catalán compuesto por Xavi Hernández/Luis Enrique/Iván de la Peña y Cía prefieran a dos petardos: Pau López y Enric García. En fin, que el Real Madrid ganó en París, a pesar de Ceferin, de sus pompas y sus obras, la final de la Champions, jugando como un equipo serio y, en mi caso, poniéndomelos en la garganta. No hay nada que emocione tanto como el fútbol. No existe un deporte que sea capaz de realzar tanto el atractivo de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, incluso el de la feminista Rita Maestre, concejala del Ayuntamiento de Madrid, que el fútbol. No hace falta al traidor Mbappé para ganar la Champions, sino un equipo unido y un entrenador de otro mundo. El Madrid, el mejor club del siglo XX, acrecienta su leyenda en el XXI. Y yo me alegro.

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