tribuna

Los renglones torcidos de la OTAN

La OTAN ha dado una voltereta y en menos de cien días ha pasado a ser un paraguas, un bote salvavidas a bordo de EE.UU., el buque madre. Esto solo lo explica la guerra en Ucrania, en su tercer mes, que son las barbas del vecino que ven arder Suecia y Finlandia, y por eso han pedido ipso facto el ingreso en la Alianza Atlántica tras una neutralidad que en el caso sueco duraba 200 años. Putin pasará a la historia como un patán de la guerra que se creyó Napoleón y todo le salía al revés. Invadió Ucrania para erosionar a la OTAN y logró lo contrario, reforzarla en medios (cada país invertirá un 2% de su PIB en Defensa) y en miembros (de 30 pasará a 32).

Ahora la OTAN se cuela de rondón en la pospandemia y pronto (esperemos) en la posguerra de Ucrania; la vamos a tener hasta en la sopa. Este 30 de mayo, Día de Canarias, se cumplen 40 años de la entrada de España en la OTAN, y las Islas cargan ya 40 años de autonomía sobre las espaldas, a sabiendas de que no pueden seguir dando las susodichas al continente de al lado, por dos razones: por el Sáhara (que es la causa de la visita que nos hace este miércoles el ministro de Exteriores, Albares) y por la OTAN, que en la cumbre de Madrid, en junio, establecerá un flanco sur en África similar al flanco del este. Rusia tiene la culpa de haber potenciado la OTAN como si una nueva Guerra Fría hubiera tenido lugar.

La mala fama que arrastraba la OTAN en España y, por ende, en Canarias provenía de su acervo imperialista, bajo la tutela déspota del Tío Sam, y por aquí no se le perdonaba a EE.UU. la política de sables y golpes de Estado en América Latina. A la OTAN se la asociaba con la mano que pulsó el botón atómico contra Japón sobre poblaciones civiles. Era la OTAN yanqui condescendiente con Franco que recelaba de democracias abiertas a gobiernos socialistas.

En el Madrid de mediados de los 70 conocí al abogado Antonio García Trevijano, que promovía, tras la muerte del dictador, la ruptura republicana, finalmente superada por la fórmula y reforma de Suárez bajo un sistema de Monarquía parlamentaria proamericana.

Los estadounidenses espiaban (ahora que el término está en boga) cada paso que daban los prohombres de la Transición. Y teníamos claro que husmeaban para instalar bases militares, lo que inspiró aquel eslogan de la izquierda de OTAN, no, que el PSOE transformó en OTAN, de entrada no, antes de apoyar la adhesión en el referéndum del que ahora se cumplen 35 años. Fraga (AP) se abstuvo para demérito propio.
No son tiempos equiparables estos y aquellos. El actual proatlantismo de dos países escandinavos no ha sido fruto de una repentina conversión de fe, sino la consecuencia de un mundo al borde de una guerra nuclear por la amenaza de una potencia que se ha echado al monte en el corazón de Europa este siglo como si desenterrara los fantasmas del siglo XX, que tuvo dos guerras de infausta memoria.

¿Y cómo encajamos esta cuestión los canarios? Nuestra relación sentimental con la OTAN viene marcada por la vecindad marroquí de un modo paradójico. Pese a la equidistancia yanqui sobre el Sáhara hasta que Trump se decantó, y siendo evidente que la sombra anexionista de Rabat sobrevoló las Islas en sus mapas desde 1975, esta comunidad le cogió ojeriza a la OTAN y votó en contra en el referéndum (53,69% de noes frente al 46,31% de síes) cuando éramos un millón de habitantes, menos de la mitad que hoy. Solo cuatro autonomías (Cataluña, País Vasco y Navarra nos acompañaron) se opusieron en la histórica consulta del 12 de marzo de 1986, tres meses después de la adhesión de España a las Comunidades Europeas. Felipe González, que había echado un pulso a los malos pronósticos amenazando con dimitir si no ganaba el sí (el 56,85% de votos favorables se impuso al 43,15% en contra), dedujo que Saavedra, el presidente socialista de las Islas por entonces, había hecho una campaña tibia proOTAN, en un periodo de tensiones internas en el PSOE por el viraje oficial del partido en el XXX Congreso antes de abrir las urnas, que provocó el cese de Fernando Morán como ministro de Exteriores. La provincia oriental más El Hierro sustentaron el no y la occidental el sí en menor medida.

Los canarios teníamos a gala aquella progenie antiatlantista y antiUSA, heredera del antifranquismo que recelaba de la bota del imperio yanqui. Esa fobia se extendía a la propia pertenencia a Europa, por su clara dependencia geoestratégica del amo del mundo. De hecho, nuestro voto en el Parlamento canario, en el primer Gobierno de Saavedra, fue negativo a la adhesion europea bajo un protocolo especial para Canarias, en junio de 1985, que desató una crisis política.

La era de González y Miterrand creó una conexión europeísta y prooccidental con atenuantes por las suspicacias residuales de los dos influyentes líderes socialistas respecto a la Casa Blanca. Hasta la llegada de Aznar España no se integró plenamente en la OTAN, incluida su estructura militar. Tiempo después, Aznar puso los pies sobre la mesa junto a Bush hijo, posó en la foto del Trío de las Azores y se embarcó en la guerra de Irak para derrocar al rais Sadam Husein en 2003 tras los atentados a las Torres Gemelas.

Ese rejo antiimperialista, a menudo adornado de pacifismo, asomaría constantemente en el Archipiélago a la primera oportunidad. En El Hierro, en 1990, se alzó un movimiento político y ecologista abanderado por la AHI de Tomás Padrón en contra del radar que el Ministerio de Defensa español quería instalar en la cima de la isla, Malpaso. La OTAN caía mal en la clase política canaria progresista y cuando, pese a todo, se encajó al Archipiélago bajo la salvaguarda de la organización se especuló con que en los cuarteles de la Alianza Atlántica se había estirado el ámbito operativo de su radio de acción hasta dar cobertura a las islas que habían entrado en el club a regañadientes. Ceuta y Melilla no tuvieron la misma suerte: de facto quedaban prácticamente desprotegidas.

Hoy vemos a la OTAN como un dique de contención contra el Kremlin, que ha retrotraído la historia hasta las cavernas de la primera mitad del pasado siglo. Con Putin en Rusia, podemos viajar a Marte, pero aquí abajo nos crecen los enanos. En la España de UCD, la CIA amenazó a Suárez (confesión hecha por su ministro de la Presidencia, Otero Novas, en sus memorias, Lo que viví) con apoyar al MPAIAC de Cubillo si no ingresaba España en la OTAN, cuando esta escribía su historia con renglones torcidos. El abogado independentista sobrevivió después al atentado de Argel y regresó a Canarias, que ahora, 40 años después, es considerada la gran baza de España en la OTAN del sur, donde se cuecen las guerras del Sahel de mañana.

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