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Oiga, avalado por la ciencia

Lo que les voy a contar está avalado por la ciencia. Y si no lo estuviera, a mí me daría exactamente igual. Según un documento del Manual Merck, tirarse más de 21 pedos al día refiere un problema de salud. Pero también lanzarse menos de 13 cuescos haría despertar la sospecha del especialista en aparato digestivo, aunque sean silenciosos e inodoros como el agua bendita. Lo mismo pasa con los eructos. Una vez fui a Marruecos con mi amigo el Pichote. Lo pasamos pipa y comimos en un hotel muy elegante de Marraquech. Regresamos a Los Rodeos con chilaba, cargados, y cargados también de plata bereber, lo que despertó las naturales sospechas de la Benemérita, sin consecuencias dramáticas. Hace ya muchos años de esto y no sé si lo he contado, pero viene a colación de los eructos. A él le habían dicho que eructar era, en la morería, de buenísima educación, pero no le advirtieron de que había que hacerlo discretamente y con una servilleta en la boca, para disimular el ruido excesivo. Nos hinchamos de cordero y, al final del ágape, el Pichote se lanzó tan fuerte eructo que los clientes del hotel se lanzaron cuerpo a tierra, pensando seguramente que a alguien se le había ocurrido disparar en el comedor. Yo me metí debajo de la mesa, de la vergüenza, porque las miradas del mundo magrebí se dirigieron hacia nosotros, con cara de pocos amigos. En la revista científica aludida se habla también del eructo, que es más propicio en personas con dentaduras postizas o que comen alcachofas, manzana, espárragos o coliflor. No citaba al cordero. Coño, pues el Pichote no comió nada de esto en Marraquech, ni yo tampoco. Una amiga científica me confirma lo de Cela: que los pedos de las vacas dañan la capa de ozono.

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