el charco hondo

Secreto a voces

El sistema de creencias se estrena con la inocencia, un tramo de la vida marcado por la credulidad, etapa en la que creemos lo que nos dicen porque carecemos de información para contrastar. Esa fase acaba con la pubertad, de ahí que sorprenda la sorpresa que algunos confiesan o simulan con lo del espionaje a la española. A aquellos que se hacen cruces hay que rescatarlos de la infancia y decirles, con educación general básica, que si los servicios secretos cumplieran a rajatabla las leyes se denominarían servicios, a secas. Son secretos porque hacen cosas que no se pueden contar —así de simple, y elemental—. A los sorprendidos debemos regresarlos a tercero de la EGB para explicárselo, y, por no dejar cabos sin atar, hacerlos partícipes de la información que desata la transición entre la infancia y la madurez: los Reyes Magos son los padres. A quienes se echan las manos a la cabeza, se acaloran en comparecencias de prensa, platós o declaraciones a pie de calle, a aquellos que dicen sorprenderse cuando leen o escuchan que también en este país se vive informática y telefónicamente en una casa de cristal, expuestos a que cualquiera lea o escuche a cualquiera, desnudos, expuestos, observados por estos o aquellos, por vecinos y compañeros de trabajo, inspectores de Hacienda, familiares, amigos o conocidos, descifrados y abrazados por los algoritmos, a ellos, a quienes inocentes, hipócritas o distraídos esto del espionaje les ha pillado con la boca abierta, preguntándose cómo es posible que estas cosas pasen, alguien con coraje, tacto y cintura debe sacarlos del huevo, y contarles, despacio, sin herir sensibilidades, que Papa Noel no baja por la chimenea ni entra por la ventana, y, para no dejar la tarea sin rematar, explicarles que los superhéroes, la virginidad de gobiernos, los enanitos de Blancanieves, el respeto al ámbito personal o a la privacidad por parte de los servicios de inteligencia, Mortadelo, Filemón, el escrupuloso cumplimiento de las leyes propias e internacionales o la protección de datos forman parte de un mundo tan imaginario como falso e inhabitado. Obviamente, el Estado de Derecho impone aclaraciones, asumir responsabilidades y, si procediera, condenas. Hágase. Ahora bien, es un secreto a voces la hipocresía de quienes tachan de inaudito e inédito lo de las escuchas o, en su caso, la guasa de aquellos que en Cataluña quisieron romper el Estado y ahora —siglos después, como lo del presidente y la ministra— se sofocan porque les hicieron un seguimiento, vaya sorpresa. La segunda etapa del sistema de creencias es la ignorancia, pero los que dicen sorprenderse no son inocentes ni ignorantes, lo suyo es hipocresía, a secas.

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