Qué pasará en la aplebeyada monarquía española, cuando desde dentro de la propia monarquía, con la complicidad del Gobierno, o quizá habría que alterar el orden de los factores, se persigue a un ex rey. Un ex rey, llamado emérito, que prestó grandes servicios a este país, que protagonizó el periodo de cambio más admirado en el mundo contemporáneo y que ahora vive exiliado. Lo más bajo de cualquier administración es utilizar la Hacienda pública en beneficio de intereses políticos, amparándose en una presunta legalidad que siempre resulta chimba en los tribunales. Y aquí ya se está viendo: poner frente a don Juan Carlos el machete implacable de la Agencia Tributaria para impedir que regrese a su patria, en loor de multitud, como la vez anterior. Piensen que los mismos que aplaudieron al ex rey en Sangenjo, o como se llame, lo abuchearán pasado mañana sin rubor. Este es un país sin memoria, que se pliega como ningún otro a intereses partidistas y que, como no tiene vergüenza, y a falta de otras razones, utiliza a una agencia recaudatoria oficial para incriminar a una persona por haber aceptado como regalo un jabalí o un viaje para cazar osos en Rumanía. Da igual, lo importante es trancar al ciudadano en un renuncio. Los mismos que cometen la fechoría, cuando dejen de mandar, puede que acaben en la cárcel, porque quien mata a palos no puede morir a sombrerazos. A cada cochino le llega su sanmartín. Han convertido a España en un país al garete y se quejan de que la justicia de Bélgica no nos haga caso y de que Argelia acabe cortándonos el gas. No les importa que nos muramos todos de frío porque a ellos, a los que quieren cargarse al ex rey, no les faltará el calorcito.