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La izquierdona y la carne

A la izquierdona, con el progreso y el bienestar, le está empezando a disgustar la carne. El marisco no, el marisco es patrimonio de los sindicalistas. En su día, Evo Morales, aquel de Bolivia, instó a sus gobernados a no consumir pollo porque hormonaba a los hombres y les salían tetas. Lo cual hizo que el consumo de pollos se disparara en el país, al punto de agotar las existencias en las granjas. Ahora, en España, la ministra de la cosa quiere quitar a los niños la carne de sus menús escolares. O sea, que aquí todos veganos, vegetarianos o como coño se diga, que a mi edad confundo los términos. Todos a pura legumbre, rociada con vinagre macho. El otro día me encontré a un señor en un centro comercial y me recriminó que siempre me estuviera quejando. Bueno, al menos me dio la impresión de que lee mis artículos, lo cual ya de por sí es un mérito que le agradezco porque ni yo mismo me soporto. El ministro Garzón, que es muy suyo, también se metió con la carne, si no me equivoco, lo cual provocó la ira de ganaderos, carniceros y vendedores de bistecs empanados en general. Yo voy más por la vía del ultramarino, que es como se llamaba antes al producto extranjero. Había tiendas de ultramarinos muy buenas, como las de Ramón, en Santa Cruz, y Polegre, en el Puerto. Una vez fue una señora de la aristocracia portuense, una marquesa o así, y le pidió a Polegre una lata de arroz amarillo: “Señora”, le respondió Polegre, “el arroz amarillo no nace, sino que se hace”. La izquierdona, pues, quiere acabar con la carne y prohibirá un día matar a las vacas, como en la India. Progresamos adecuadamente.

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