A mí me encanta Marbella, pero me dicen mis amigos que la frecuentan que el nivel ha bajado. El nivel del turismo que acude allí los veranos, no el de la gente residente, que se mantiene estable y en un excelente tono. Es normal, todo tiene su momento. La tranquilidad vale dinero, por lo que bien harían los responsables municipales de Marbella de poner todo de su parte para que esa tranquilidad sea esencial y que también constituya la norma. Es una pena que Canarias no tenga una Marbella, aunque yo creo que hay zonas del sur de Tenerife y de Gran Canaria que no tienen nada que envidiarle. Hace falta insistir en el lujo y quien mejor ha visto nuestras posibilidades en ese campo yo creo que ha sido José Carlos Francisco, que en sus libros y en sus clases ha expuesto interesantes puntos de vista sobre lo que se podía hacer con estas islas. Pero siempre nos hacen entrar por el aro. Yo no hubiera abandonado jamás los puertos francos, yo aumentaría la promoción de los casinos de juego, yo me hubiera pensado pertenecer a la Unión. Pero, bueno, todo es cuestión de opiniones. Hay millones de ricos en el mundo que Canarias podría recibir con un régimen aún mejor del que tenemos. A la Agencia Tributaria, por ejemplo, no le gusta la reserva de inversiones, legal y contemplada en nuestro REF. Y la persigue con saña. Se quejan los empresarios canarios de la presión fiscal, imagínense los peninsulares. Para lograr que estas islas sean un paraíso habría que hacerle caso a José Carlos Francisco y a sus soluciones imaginativas. Es decir, habría que consultar a los que saben. Lo peor de Canarias es el bajo nivel de sus gestores, en general. Yo prefiero a los técnicos que a los políticos iletrados.