el charco hondo

Ya no aguanto esta pena

Hay quienes predicen el futuro observando el color del agua, los flujos, corrientes, reflujos y ondas. También hay quien tira las cartas para que los árcanos anuncien lo que esté por pasar. Algunos leen los posos del café o las líneas de la mano, analizan las cartas astrales o descifran el movimiento de los péndulos. Aquí, en Santa Cruz, el futuro lo adivinamos con otra liturgia. Protagonizando con fervor religioso un ritual que ha sobrevivido a dictaduras, asociaciones contra el ruido y pandemias, agitamos ceremonialmente la peluca del carnaval anterior y dejamos que la purpurina caiga con lentitud, flotando a ratos, del altillo al suelo. Una vez allí, desciframos las líneas, figuras o letras que la purpurina, más fiable que los posos del café, el agua, las cartas, las líneas de la mano o los péndulos, deje marcadas sobre la superficie del salón. Y lo que estos días cuenta la purpurina, adelantándonos el futuro, es que estamos a las puertas de una avalancha, de un alud, de imágenes solo comparables con algunas escenas de películas en las que ciudades enteras huyen de algo, en las que multitudes intentan salir de algún sitio o, como será el caso, procuran entrar en las tiendas donde venden telas, complementos, disfraces hechos o por piezas, base de maquillaje o pinturas, pelucas y tocados. Las pistas que la purpurina ofrece descifrando sus formas sobre el suelo predicen que estas escenas de nervios, empujones y apuros ocurrirán, pero no queda claro cuándo. Absolutamente todo el mundo se va a echar a la calle en carnavales, pero absolutamente nadie se ha tomado la molestia de tener preparado el disfraz, lo que anuncia que cuando el altillo les cuente que los disfraces de hace dos años (o más) no valen porque les falta de todo o no entran en los cuerpos que la pandemia nos ha dejado, eso o que el alcohol que acartonó las telas los ha dejado inservibles, cuando eso ocurra, y pasará, caerán en la cuenta de que apenas quedan un par de días y están sin nada que ponerse. Será entonces, puede que esta noche al acabar la Gala, cuando los bares empiecen a colocar las barras de chapa, los quioscos aterricen o los jardines se blinden con vallas, cuando cumpliendo con lo anunciado por la purpurina todos salgan corriendo (como búfalos en estampida, por el lejano oeste) hacia los chinos o tiendas de disfraces. Claro que también será en ese momento, a pocos días u horas del bautizo de la sardina, cuando caigan en que, por razones que solo ellos manejan, los chinos ni se han tomado la molestia de llenar de disfraces sus escaparates y almacenes. La purpurina predice una avalancha a las puertas de algunas tiendas, así que más vale espabilar y no dejarlo para el último momento.

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