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Complicaciones

Hay días que no tenían por qué existir. Me da que este fin de semana tendré complicaciones. De momento, me ha llegado una factura de 859,12 euros de Vodafone, supuestamente de un teléfono que compré a plazos de 28,90. Es decir, que se ha producido un error, que espero que no haya sido mío. Con la automatización de todo, uno está vendido. Ya escribió Camba, hace un siglo, que Nueva York era la ciudad automática. Pero esto no es Nueva York. Yo sigo reñido con las máquinas parlantes de los call-center y con las páginas web que te dicen desde los puntos que te quita Tráfico (afortunadamente conservo todos los míos) al detalle de tus servicios telefónicos, fútbol incluido. El mundo sigue complicado para los que llegamos tarde a la informática, aunque no me puedo quejar porque he asimilado bastante bien lo básico, así que me defiendo digitalmente con las cosas cotidianas, no con los conflictos de facturas ni con los diálogos con máquinas automáticas, que detesto. Llega un momento en que uno se llena de complicaciones, sin querer, como este fin de semana. Además, percibo mucho realismo en la gente. Puse gasolina en El Bohío –20 euros, como siempre— y el gasofa me dice: “Despídase de estos 100 euros desde el momento en que le dé el cambio. No le dura el billete ni dos días”. Tenía toda la razón el amable operario porque no me duró en el bolsillo el cambio ni 24 horas. Y añadió: “Y no le digo nada si va a Mercadona”. Me tocó un gasofa calculador y hasta filósofo, todo un sabio: cambiar 100 euros es perderlos para siempre. A ver si puedo enderezar el fin de semana, pero me da que va a ser complicado. Voy a tener que pedir a algún amigo que rompa la hucha.

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