El lunes acudí a la comisaría del Puerto de la Cruz para cambiar el domicilio que figuraba en mi DNI. Llevé el certificado de empadronamiento, antes había pedido cita y me atendió una agente de policía competente, guapa y amabilísima. En la puerta, un agente veterano de mi mismo nombre al que le pedí si podía anticiparme a la cita me recriminó que no le hubiera dado los buenos días. Tenía razón. Se los di. Me dejó pasar y la agente me entregó mi nuevo DNI, libre de tasas porque no era una renovación sino un cambio de domicilio. Tuve alguna dificultad con las huellas dactilares. Parece, por lo que me he enterado, que el gel hidroalcohólico va borrando las huellas y en ocasiones no son detectadas por los aparatos destinados a este menester. Escribo este artículo para felicitar a los funcionarios de la comisaría de la Policía Nacional del Puerto de la Cruz, que te atienden con amabilidad, con rapidez y sin aglomeraciones. Estas instalaciones merecen, sin embargo, ser mejoradas. Ya he visto que han traído patrulleros nuevos y que el Puerto es, sin duda, un remanso de paz, donde los delitos han bajado. No olvido tampoco la labor de la Policía Local, al mando ahora del jefe Casañas, hermano de mi buen amigo Miguel Ángel Casañas, ya jubilado, que mandó en varias etapas con mucho éxito la Policía Local de Santa Cruz. Lo único que hay que achacarle a Miguel Ángel es que en el terremoto que hizo temblar a la capital en 1989, con 5,3 grados en la escala de Richter, de madrugada, estaba durmiendo como un tronco y ni siquiera el ajetreo lo despertó. Lo tuve que hacer yo, desde Radio Burgado, cogió la gorra y la guerrera y se plantó en comisaría. ¡Llegó el primero!