tribuna

Expertos

Cuando surge un problema no hay nada como recurrir a un experto. Un experto es aquel que, en el caso extremo, nos recomienda hacer aquello que nos resistimos a aceptar. Hemos hecho tantas cosas en los últimos años porque nos las han dicho los expertos que podríamos asegurar que estamos en el camino de instituir una nueva fe, la del infalible consejo del que todo lo sabe y al que nada se le puede negar.
No hay cosa mejor que disponer de un experto para que alguien apoye en él todas las decisiones sin estar expuesto a las críticas del rechazo. No importa que el experto lo sea realmente o no, sea un incapaz o un zote, en el fondo su figura está precedida de una infalibilidad que hace indiscutible cada uno de sus asertos.
La crisis que atraviesa Europa nos obliga a una revisión de nuestras conciencias y a plantearnos si merece la pena seguir sacrificándonos por la defensa de conceptos que consideramos irrenunciables, como, por ejemplo, el de la transición ecológica. Si al final acabaremos muertos de hambre y de frío, para qué queremos salvar un planeta en el que ya no tenemos sitio. Bruselas admite, como último extremo, pulpo como animal de compañía, y convierte en verde al gas y a las nucleares. Alemania se está pensando volver al carbón si Rusia corta definitivamente el suministro, y aquí hay quien dice que debemos subvencionar a la calefacción y penalizar al aire acondicionado por considerarlo un privilegio de clase, visto desde el punto de vista ideológico que hoy invade cualquier forma que tengamos de observar lo cotidiano.
Para estas cosas, claro está, hay que recurrir a los expertos, para que nos aconsejen bien. No se pueden adoptar decisiones drásticas ni cambiar de repente el escenario sin que exista la aquiescencia de ese gran hermano oculto en los laboratorios de la experimentación.
Ahora sale una experta, lo publica El País, y si ese periódico lo hace hay que prestarle la atención debida, que afirma que el aire acondicionado engorda. Así que si queremos estar en línea lo mejor es apagarlo durante el verano y seguir luchando contra la ola de calor con el botijo de toda la vida.
Qué tiempos aquellos en que vino una comisión de Moscú a Sevilla para descubrir las maravillas del invento. Ahora es al revés, y es por culpa de Putin por lo que tenemos que ponernos a sudar estrepitosamente sin tener un pobre ventilador que echarnos a la mano. Ha llegado la época del abanico y del pay pay, con los que hacemos ejercicio mientras nos refrescamos. El aire acondicionado sube el apetito. Lo dice una experta.

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