después del paréntesis

Incendios

Ahora la derecha española culpa a los ecologistas de entorpecer la gestión de los incendios. Lo cual es una salida de tono. Frente a semejante osadía, la gestión ante las quemas. Porque, ¿qué es ser ecologista? Lo contrario a interferir; más bien apurar todos los registros de control en pro de la naturaleza, salvar el patrimonio natural de los hombres. Lo otro siempre ha sido el subterfugio del poder. Por ejemplo, Tenerife y Cabildo. La relación hombre y bosque fue siempre primordial en los límites habitados de la Isla. El bosque le daba a los vecinos de allí los troncos para el fuego, la pinocha y el alimento para los animales. Por eso, el bosque siempre estuvo limpio. Mas ocurrió que los capitostes de la Isla supieron que la agricultura pagaba por los despojos. Y el Cabildo, en vez de poner medios para que los seres que cuidaban el monte gozaran de esa ganancia, repartieron la Isla en concesiones. O lo que es lo mismo, les robaron el monte a quienes cuidaban el monte. Desde entonces el alejamiento y las prohibiciones (muchas arbitrarias) sentencian el abandono con lo que ello supone. Y tal cosa es lo que reclaman los ecologistas y las personas con sentido: la prevención. Y ello no implica solo tener medios para afrontar las calamidades, como helicópteros, aviones o personal especializado, también cuidar con esmero esos espacios: sustraer las masas orgánicas secas o los materiales muertos. El fuego, por negligencia o por azar, se aviva por la dejadez.
Los bosques del norte de la isla de Tenerife han ardido en los últimos años por esos factores. La naturaleza se manifiesta por admiración, también por afirmarse en sí misma. Al ser de la naturaleza lo confirma el disfrute y los que la protegen. Quiero decir que la naturaleza pervive por quienes la conocen, la dominan, la recorren y la vigilan. Y esa actitud es taxativa. Por ejemplo, el ser que conocí en los montes de esta isla y era un consumado experto en setas tanto que los profesionales micólogos de la Universidad acudían a él por sus conocimientos. Así, los paisanos dichos saben cuál es el valor de los montes, que la retama y el brezo son más útiles que el pino y por eso reúnen las perdidas; conocen cuál es el coste de todos los elementos que componen la foresta, desde qué sentencia la laurisilva en su humedad a los pinares con sus peligros. Es decir, los gobiernos han de aceptar que, de modo diferente a como se procede, esos seres han de ser los cuidadores para salvar a los bosques.

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