por quÉ no me callo

La carta del adelanto electoral en Canarias

En Cataluña, Madrid, Castilla y León y Andalucía se adelantaron las elecciones y los convocantes no se arrepintieron. Mantuvieron el poder y en los casos de Ayuso y Bonilla les salió altamente rentable.

Casado se benefició del fenómeno trumpista de su amiga desafecta hasta sufrir un Julio César en carne propia y ser traicionado por su guardia de corps. Feijóo estaba en plena euforia andaluza hasta el debate de la nación, en que erró el tiro contra Sánchez usando el fantasma de ETA con viento a favor por el dolor imborrable del asesinato de Miguel Ángel Blanco hace un cuarto del siglo.

La desafortunada estrategia, en mitad de los terrores belicoeconómicos de la sórdida guerra en Ucrania, se reveló un trampantojo innecesario, al usar el terrorismo -muerta ETA hace más de una década- fuera de época, y pasó factura al candidato de la derecha, que pagó el peaje de no tener el acta de diputado y deber por ello guardar silencio.

El caso canario siempre fue el de un laboratorio en la distancia, donde se ensayaban los pactos de coaliciones que llevaban a la oposición al partido más votado. Durante casi tres décadas gobernó una marca nacionalista que aglutinaba sensibilidades de izquierda, centro y derecha, como un partido mosaico desafiando al bipartidismo español.

Ese esquema se vio roto en mayo de 2019, donde el más votado logró la presidencia en alianza con fuerzas afines y defenestró al anfitrión fijo de la casa de la piedra. Tras sucesivas escisiones, aquella polisemia mágica que hacía parecer a Coalición Canaria tres ideologías en una, la había reducido a un partido genuinamente conservador. Hoy, CC y PP bregan en el mismo terrero, temiéndose.

Lo que alimenta el runruneo de un hipotético adelanto electoral en el Archipiélago para noviembre, un semestre antes de mayo de 2023, que es cuando tocaría, es el momento de gracia en algunas encuestas (a falta del Sociobarómetro previsto para esta semana) del partido en el Gobierno, el PSOE de Ángel Víctor Torres, y los buenos resultados que acompañan a Nueva Canarias y ASG, pese al retroceso de Podemos tras la dimisión de Pablo Iglesias. Bajo ese estado de opinión, en círculos socialistas y del cuatripartito se murmura esa posibilidad, sin acabar de decidirse. El Estatuto canario (y el de media docena de autonomías) permite anticipar elecciones sin tener que volver a convocarlas en su fecha natural, con lo que estaríamos hablando de cuatro años de legislatura de un tirón.

Pero tanto en la cabeza de Torres como en la de Sánchez o la de Draghi es inevitable hacerse preguntas que ningún oráculo sabe responder, salvo la intuición. Gonzalez la tenía y le salía bien. El socialismo contemporáneo se enfrenta seriamente a riesgos inéditos: a la guerra, la inflación y los coletazos de la pandemia. Pero, sobre todo, al cometa de la ultraderecha, que si pasa y se queda trae consigo todos sus barruntos consiguientes. Si cae Draghi, ganaría Giorgia Meloni (Hermanos de Italia). En España, Feijóo se sabe condenado a hacer vicepresidente a Abascal, y en Canarias Vox no tiene asegurado entrar en el Parlamento, y sin él no le salen las cuentas a la derecha con el ocaso de Ciudadanos. En este encaje de bolillos asoma la carta del adelanto electoral en la bocamanga del presidente, que aún no la ha puesto sobre la mesa.

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