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Por tolete

Un afamado pastor neoyorquino, obispo de las tropecientas religiones que florecen en los Estados Unidos de América, sufrió un aparatoso robo mientras explicaba la doctrina a sus fieles. El predicador, que se sube al púlpito cada domingo cargado de joyas, y su esposa, que hace lo mismo pero sin soltar la prédica, fueron puestos patas arriba por tres atracadores armados que irrumpieron en el templo, en medio de una gran confusión, para robarles. Los facinerosos sabían que el matrimonio eclesiástico llevaba joyas hasta no poder con ellas, porque al obispo le gusta lucirlas en el púlpito y a la esposa-sochantre, al pie de la escalera. El echón se llama Lamon Miller-Whitehead y predica a gritos sus creencias, con éxito de público, en el barrio de Brooklyng, en Nueva York, un lugar por cierto en el que es imposible encontrar un taxi y lo digo por amargas experiencias. El corpulento predicador no opuso resistencia ante la presencia cerca de su nariz de tres escopetas de cañones recortados y fue soltando sus pesadas joyas, lo que le produjo tremendo quebranto económico, al tiempo que alivio físico, debido a la ola de calor por la que atraviesa la gran ciudad. Los atracadores salieron por patas, sin causar daño a nadie, y a esta hora estarán en presencia de los numerosos peristas que pululan por Nueva York, intentando colocar los abalorios del pastor, logrados con más bien poco esfuerzo a través del cepillo de sus fieles. ¿A quién se le ocurre subirse a un púlpito como si fueras la caja fuerte del Titanic? Pues al predicador referido, a quien en adelante no le quedará otro remedio que ser más austero en sus costumbres para no atraer a los famosos cacos de Brooklyng, que están a la que salta. Es que hay predicadores muy toletes.

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