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Sopla aquí

Un motorista fue conducido –brevemente– a la mazmorra en Galicia, tras ser interceptado por la Guardia Civil. Los agentes le instaron a soplar por el pitorro, pero el motorista, cargado, lejos de hacerlo, se bajó los pantalones y le dijo al agente de la Meretérita que le soplara en sus partes. Lejos de ocuparse de tamaño menester, el guardia amenazó al motorista con conducirlo ante el juez, a lo que el interpelado contestó: “El juez también me la sopla”, intentando dar carpetazo al asunto. Pero, no. La Guardia Civil lo introdujo en la mazmorra, donde se le pasó el pedo, y posteriormente, tras setenta y dos horas de reposo, el hombre compareció ante su señoría, ya más sosegado. Estas cosas las ve la ley con cierta benevolencia pues, más allá de las palabras, se consideran como asuntos menores. Y se zanjó la cosa con una multa y merma de puntos. Me viene a la memoria la anécdota de la Benemérita con don Eulogio Alonso Villaverde Moris, catedrático de Economía que fue de la Universidad de La Laguna, paz descanse (don Eulogio, no la Universidad). Conducía muy mal, peor que Alfonso García-Ramos y que Eliseo Izquierdo, que cuando se ponía al volante parecía que estaba cursando un telegrama. Hizo don Eulogio un mal adelantamiento y fue interceptado por la pareja, cuyo patrullero circulaba de frente. El agente le dio el alto, se detuvo el catedrático y el guardia le preguntó: “¿Es que usted no vio que, a la hora de adelantar, tenía de frente un obstáculo?”. A lo que el viejo profesor, sacando aliento desde el fondo de su alma patriótica, respondió: “Perdone, señor agente, pero yo nunca he considerado un obstáculo a la Guardia Civil”. A lo que el agente, conmovido y orgulloso, zanjó el asunto: “Pues siga usted y que tenga un buen viaje”.

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