La vicepresidenta Yolanda Díaz está vendiendo su operación política como un movimiento transversal social progresista al margen de los partidos y las siglas, aunque bajo su liderazgo, por supuesto. En ese sentido, bajo la etiqueta “sumar”, sería un reagrupamiento de la izquierda lindante con la izquierda radical del socialismo, es decir, con el sanchismo. Y asumiría las ideologías actualmente hegemónica y obligatoriamente imperativas de los diversos feminismos, los movimientos de sexualidad alternativa, la defensa del medio ambiente y el animalismo (acaba de revelar que no come carne). En la práctica de la realidad política se trata de una maniobra mediática de agitación y propaganda, que pretende reunir a la multitud de grupitos y capillitas, separados por peleas infantiles de patio de colegio, en que se divide la izquierda actual española. Pero con la interesante particularidad de que excluye radicalmente a Podemos, con lo cual revela su verdadera naturaleza de operación al servicio de los intereses de Pedro Sánchez; y la falsedad de que se trata de una operación al margen de los partidos y las siglas. Sin ir más lejos, por ejemplo, el Partido Comunista de España, principal componente de Izquierda Unida, retrasó su XXI Congreso para arropar a Yolanda Díaz en la presentación de su proyecto. En ese Congreso han reelegido a Enrique Santiago como secretario general con un programa de apoyo explícito a los planteamientos políticos y los objetivos de la vicepresidenta. Ahora bien, casi la mitad del Congreso se manifestó en contra de ese apoyo: concretamente el concejal de Zaragoza Alberto Cubero, representante del sector crítico, consiguió 228 votos, el 45,84% de los 498 delegados que votaron del total de 500 acreditados, frente a los 270 votos, el 54,16 %, de Enrique Santiago.
Yolanda Díaz suscita la suspicacia de Esquerra Republicana y acepta plenamente la alianza de Sánchez con los herederos de los etarras, faltaría más. Y en una muestra del mimetismo que le une a La Moncloa, anuncia un periplo por toda España para vender su proyecto. Especifica que lo hará en coche propio y transporte público, como en su día lo hizo Sánchez, aunque no aclara si seguirá cobrando su sueldo de vicepresidenta cuando dedique su tiempo a su proyecto y no a su trabajo.
En definitiva, la operación de Yolanda Díaz no pasa de ser una muestra más de mero populismo vacío de contenido, en la línea de su mentor. Porque Pedro Sánchez hace tiempo que abrazó la causa de la demagogia y el populismo más ramplón, sin contenido alguno, como son las medidas estrella que anunció en el reciente debate sobre el estado de la Nación: los nuevos impuestos a la banca y las eléctricas, a los “ricos”, como dice siempre, en un lenguaje que avergonzaría a Carlos Marx y le obligaría a proclamar, como Ortega ante las barbaridades de la Segunda República, “no es esto, no es esto”. Y no es esto porque la banca y las eléctricas repercutirán esos impuestos en los consumidores y clientes, agravando aún más su situación económica; y esas figuras impositivas, además, suscitan graves problemas constitucionales y legales respecto a su aprobación por Decreto Ley, a la definición jurídica de “beneficios extraordinarios”, y a los hechos imponibles grabados. Ahí tiene Yolanda Díaz más humo para sumar al humo de su flamante propuesta.