tribuna

Ahorrar energías

Por Lorenzo Silva.| La necesidad de asegurar el abastecimiento de fuentes de energía primarias, a la vista de su desigual y muy problemática distribución en el planeta, y ante un desarrollo aún insuficiente de las energías renovables, es el motor que explica la historia de este siglo XXI en su integridad y de buena parte del precedente. La humanidad, sobre todo en los países desarrollados, ha optado por llevar un modo de vida que requiere ingentes cantidades de energía y que nos condena a la servidumbre de su obtención. Puede parecernos que poder conducir un vehículo de una o dos toneladas a ciento y muchos kilómetros por hora, sin más pasajero que el conductor, es un alarde de libertad. O que tener la posibilidad de escribir estas líneas a 22 grados, mientras hay una ola de calor que eleva los termómetros hasta los 40 grados en buena parte del país, conlleva una suerte de liberación. Sin embargo, si para hacerlo dependo de quemar en gran cantidad un gas o un petróleo que no tengo, y que tengo que comprar o asegurar que me envíe otro, uno mi destino a lo que de ese otro sea, y por tanto a algo que excede mi voluntad. En el caso del vehículo no hay alternativa: ponerlo a esa velocidad me hace dependiente. Para escribir fresco aún he podido buscarme una solución: levantarme a las 7 y hacerlo al aire libre. Sin embargo, reconozcámoslo: nuestras estrategias para prescindir del consumo energético poniéndole imaginación o sacrificio son la excepción y no la regla, en ausencia de la fuerza mayor consistente en no poder pagar la factura. Quien tiene saldo en la cuenta, baja el termostato del aire acondicionado, sube el de la calefacción o le pisa al coche. Que las medidas de ahorro se decidan sin una puesta en común previa de objetivos y necesidades, y que la discusión acabe reduciéndose así a un intercambio de memes de corbatas, o a poner el grito en el cielo porque los escaparates apagados entristecen una calle emblemática, demuestra lo lejos que estamos de contar con una dirección coherente, responsable y adulta de nuestros asuntos públicos.

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