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Cracks de España

El Cojo Manteca fue el crack de la Transición. El Cojo -por antonomasia- rompía las farolas y los escaparates con su bastón, en medio de la algarabía de la Transición. Y fue aclamado como un líder, hasta que murió víctima de algunos de sus excesos, que él sabrá. Otro crack de nuestros tiempos es el Pequeño Nicolás, digno émulo del protagonista de Atrápame como puedas. Acaba de sortear otro de sus juicios pendientes, mediante archivo de la causa, el de la pelea con un segurata que finalmente retiró la acusación. El juez accedió a la cosa (los jueces, cuando ven que se les quita trabajo, incluso lo agradecen, tan cargados como están de procedimientos). Siempre hay un personaje pintoresco en nuestras vidas, fuera la Heidi, fuera Pedrín, fuera Manolito el Arroz, fuera Cambray Zamorano, que dirigía el tráfico en El Toscal más decentemente que los propios municipales; fuera Paco Zuppo, que era bancario de Banesto, pero que también fue capaz de dirigir el coro del Rodríguez López mejor que Zubin Mehta la Filarmónica de Viena en el concierto de Año Nuevo. Estamos rodeados de personajes curiosos que habitan en las calles y se hacen dueños de las épocas en que viven. Pasa en la política. Ya nadie se acuerda de Nacho Camuñas, a quien llamaban en la UCD Nacho de noche por su afición a las horas brujas. Nadie repara que ya no están, por ejemplo, mosén Xirinachs, ni Sagaseta de Ilurdoz, que eran mitad hombres mitad comunistas. Nadie recuerda hoy los bandos del viejo profesor Tierno, escritos con impecable estilo medieval. Porque la gente no quiere nivel, sólo personajes de la calle como Ramoncín, el Cojo Manteca y el Pequeño Nicolás, salvando las distancias entre unos y otros. Yo me quedo con ninguno.

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