Los periódicos españoles, por lo general, parecen ignorar el drama por el que está pasando Nicaragua, la persecución despiadada a la Iglesia Católica y la brutal actuación de la policía del régimen totalitario, comunista y bestializado de Daniel Ortega y de su mujer. No es la primera vez que este país de habla española cae de cabeza en la dictadura del sanguinario Ortega, ni tampoco que otros de su entorno se entregan unas veces a las maras de delincuentes y otras a dictadores de derechas, igual de sanguinarios que los de izquierdas. En esto de las matazones criollas, la izquierda y la derecha radicales se reparten los papeles en toda Latinoamérica. Nos son mejores unos que los otros. Lo de Nicaragua se acerca más al modelo del Frente Popular: curas perseguidos y encarcelados e imágenes e iglesias profanadas. Cualquier combate contra las ideas acaba siempre en un caos, sea la izquierda o sea la derecha quien protagonice las hostilidades. Cualquier extremo resulta perverso y en Nicaragua se produce, además, un silencio sospechoso de los medios cómplices españoles, que se las traen en lata y que son sobreros, como aquellos viejos cronistas taurinos (por los sobres) y como el toro de reserva, por definición. Nadie habla de Nicaragua, no interesa, es preciso hacer oídos sordos. Y ni el papa argentino parece enterarse de lo que les está ocurriendo a los obispos y a los curas allá. He escuchado verdaderos relatos de terror, pero no veo que la famosa diplomacia vaticana, tan rápida en actuar cuando le interesa, haga mucho por su pobrecita Iglesia de Nicaragua. Mejor que se pongan las pilas porque de lo contrario ese dictador sanguinario de Ortega se morirá en el cargo; y lo hará matando gente. Porque este se alimenta de sangre, como los vampiros.
