después del paréntesis

Fertilidad

Qué explica el descenso de la natalidad en España? Porque en cuatro años, de 2018 a 2022, la escuela primaria ha perdido 150.000 alumnos. La pregunta dicha debiera ser reformulada, así: ¿por qué la natalidad?, ¿por qué los seres humanos nos damos a traer seres al mundo? Uno de los principios que somete genéticamente a la especie desde que el hombre es hombre es la supervivencia. Y la supervivencia queda amparada en la procreación. La génesis ha sido eminente: el signo femenino y la fertilidad. Ella propia, en su cuerpo propio que recibe y genera. El allegado solo presta los espermas de la concepción. Mujer y principio intransferible del deseo, hijo en su más proterva noción y propiedad. La figura mujer es exclusiva en el proceso y ese estado es uno de sus más preclaros dones. De donde, con esos pormenores del proceso, los fundamentos. Por ejemplo, se ha probado que en momentos de peligro, muertes por guerras o por catástrofes, la natalidad aumenta considerablemente. Y en el tercer mundo o el mundo pobre es donde la demografía es más avanzada. ¿Por qué? ¿Esa contrariedad pobre-rico es lo que hace que los inmigrantes sean los que sostengan las tasas de crecimiento en los países de llegada? ¿Qué rigor se arrima a la materia dicha? Que la civilización y el progreso ahora cuestionan la gestación. Y se asienta esa caterva en varios registros a analizar. El primero atiende a la exigencia intelectual. Lo formuló Borges: “los espejos y la cópula son abominables porque multiplican el número de los hombres”. Borges se negó a multiplicar humanos. ¿Por qué? Entre otras cosas por lo que el hijo es en la proclamación del tiempo; el yo en suceso, el hijo en permanencia. En segundo lugar porque el moderno acomodado fija una convicción: no los ocho o seis hijos de antaño, uno o máximo dos. O lo que es lo mismo: se prioriza. Y la tercera vacilación, mujeres actuales, frente a las de antes, que se niegan a procrear.

La derecha reprueba la ley del aborto en atención o que los gobiernos no atiendan con dádivas a los hijos. Eso segundo se prueba, por ejemplo, Dinamarca que pagó a parejas nacionales para esa labor. Pero esa tampoco es la condición, como no es la condición de quienes priman al macho frente a la hembra en los nacimientos. Hoy no se condena la infertilidad como entonces; el progreso asienta los principios. ¿Qué hacemos, retroceder o crear colonias especializadas en traer nuevos seres a este mundo? El futuro más o menos cercano es quien decidirá.

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