Me parece que fue Salvador Jiménez, el gran poeta, albacea literario de César González-Ruano, quien me presentó a Julio Iglesias en Miami. Luego fui invitado a su casa, cuando Julio vivía en esta ciudad. Nos atendió espléndidamente su madre, que vivía con él. Más tarde estuvo a punto de visitar mi casa de La Orotava, de la mano del promotor Javi Rolo, que le organizó un concierto -muy bueno- en el recinto ferial de Tenerife. Lo llenó. Pero Pedro Luis Cobiella, que es muy amigo del cantante, se lo llevó a cenar a Los Limoneros y me hurtó la posibilidad de recibirlo en mi barbacoa. La primera vez que Julio cantó en Tenerife fue en el Puerto de la Cruz, invitado por el Festival Internacional de la Canción del Atlántico, tras su triunfo en Benidorm con La vida sigue igual; y la segunda, en un concierto inolvidable en el Heliodoro, de la mano de Miguel Zerolo, a la sazón alcalde de la ciudad. Lleno total en las gradas y en el césped. Ahora estoy escuchando el último disco de Julio, el que le dedicó a México creo que en 2021. Julio Iglesias ha cumplido 79 años y su espalda le ha dado la lata. No sé si va a grabar más canciones, ojalá que sí porque en idioma español es el más grande, como en inglés lo fue Frank Sinatra. Ambos se llevaban muy bien. Incluso Julio le cantó a Frank Sinatra una vez, no sé si en Atlantic City o por ahí, que he visto un video. Quien más aplaudió fue Barbara Sinatra, la esposa del más grande. Y se notaba mucha cordialidad entre ellos. Una de mis canciones favoritas es el dueto de Julio Iglesias con don Pedro Vargas con la canción Felicidades. Para mí es una obra maestra.