La NASA no ha sido capaz de encontrar los aretes que le faltan a la Luna, cuyo hurto descubrió, cantando, Vicentico Valdés, que los guardó, para hacerle un collar a su amada, en el fondo del mar. Pero sí ha hallado la agencia espacial USA unos pozos lunares, donde la temperatura es de 17 grados centígrados cuando en el satélite las temperaturas medias están –de día— en 125 grados centígrados y –de noche— en menos 173. Los poetas –tan sólo Vicentico Valdés– no encontraron jamás los aretes, pero ahora la NASA dice que el hombre podría crear hábitats adecuados en esos pozos para montar centros de trabajo lunares, a salvo de radiación solar y de pequeños meteoritos que podrían perturbar la presencia de científicos e investigadores al raso. Coño, es una gran noticia, porque aquí en la Tierra nos quieren hacer trabajar a 27 grados, lo cual es una barbaridad, y sin corbata, lo que me parece un alivio para los que no solemos utilizar tan elegante prenda. “Los aretes que le faltan a la Luna/los tengo guardados para hacerte un collar”, decía la canción que también interpretaba la Sonora Matancera. Poesía, poesía es lo que le falta a este mundo descontrolado, donde los jerarcas enemigos de Putin mueren todos envenenados con polonio y donde los que mandan desvarían, día sí, día también. Resulta que la solución está en ir a trabajar al ecuador de la Luna, al pozo Tranquilidad, donde no vamos a encontrar sino polvo lunar y a ningún político sin corbata, ni siquiera hallaremos polonio, el arma favorita de don Putin, quien normalmente hace honor a su apellido. Lo peor es que si el hombre pone otra vez una pata en la Luna, que es un modelo ecológico, destruirá el satélite y nos los dejará cerce. ¿O no?