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Los artículos

El otro día agarré el último tomo de artículos, el del año pasado. Más de 1.000 páginas entre artículos, obituarios y entrevistas. Y, coño, me gustó lo que leí. Esto me ocurre por primera vez, porque casi nunca leo lo que escribo, después de publicado, y casi siempre encuentro errores las raras veces que lo he hecho. Está mal, probablemente, que yo lo diga, pero encuentro en ese tomo, y en otros anteriores, relatos muy buenos. Los de El Día, cuando me llamó Pepe Rodríguez tras echar a Ricardo Acirón, que me mutilaba los artículos en mi primera etapa en ese periódico, eran más políticos, aunque había de todo. Luego fueron cambiando. Yo tenía que haber sido redactor-jefe de El Día, pero me vetó para el puesto un tal Laureano Cruz, accionista minoritario del periódico, al que yo no tenía el gusto de conocer. Ni Pepe Rodríguez ni Ángel Cruz pudieron convencerlo, una vez que me echaron del DIARIO DE AVISOS, del que fui fundador, subdirector y consejero, cuando defendí a aquellas pobres mujeres violadas a punta de fusil en una batería de costa. Suceso que me molesta recordar. Vuelvo a los artículos, que ahora me está gustando releer para recordar lo que ocurrió en el pasado. Yo tengo una buena memoria lejana y una mala memoria cercana, por eso soy tendente a perdonarlo todo y a darle importancia a pocas cosas. En mis memorias encontrarán ampliada esta información. He estado siempre del tingo al tango, pero nadie puede negarme que me he ganado la vida y siempre al borde del abismo, porque me han ocurrido las cosas más rocambolescas que se puedan imaginar. Tuve hasta que amonestar seriamente a un conserje de cierto medio por dibujarle escenas soeces a su relevo habitual, que era una señora de edad.

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