superconfidencial

De Londres a Tenerife

Llega el turista español de Londres, de asistir al funeral real, y se encuentra aquí con Echenique. Y entonces le sobreviene a ese turista un malestar que ni siquiera él mismo sabe a qué es debido. Inglaterra, Reino Unido, como quieran, es una nación; España es un dibujo. Llega uno de ver a gente rezando y recogida, sumida en un silencio de iglesia, y aquí se habla ¡en el metro! de la renovación del Consejo General del Poder Judicial, que casi ninguno de los que viajan en el metro saben lo que es. España se autoproclama genial, pero es mentira. Ni siquiera estamos de acuerdo con lo que votamos. Porque votamos una Constitución de monarquía parlamentaria y para celebrarlo insultamos con insistencia al rey emérito, que nos trajo la democracia. Me dio pena -por televisión- la imagen de don Juan Carlos I, impedido, apoyado en el brazo de un escolta, entrar en el funeral de la reina Lilibeth, nombre hebreo que significa promesa de Dios, según Wikipedia. Los ingleses son maestros del ceremonial y la tropa estuvo ensayando de madrugada para que nada saliera mal en el funeral de su soberana. Como así ocurrió: todo transcurrió con la exactitud del mejor reloj suizo, incluso el despliegue de las cadenas de televisión, sobre todo de la BBC, cuyos reporteros iban de negro riguroso. Aquí, en el mismo caso, vestirían con vaqueros raídos. Porque en España los periodistas que se precien tienen que lucir pintas de robaperas, que en el fondo es lo que somos. Cuanto más desastrado y sucio vas, más te admiran; cuanto mayor aspecto de cachanchán, más te jalea la tropa infame. Ni siquiera pudimos ver el ataúd dentro de la tumba, otro gesto de respeto hacia la jefa de Estado de un país con sensibilidad y educación. Con pompa y circunstancia.

TE PUEDE INTERESAR