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El helicóptero

En la madrugada del miércoles, eran las tres o así, estaba yo en casa viendo una interminable serie de televisión, cuando me sorprendió un ruido de motores. Pensé en la presencia del camión que, de vez en vez, limpia con agua mi calle y arrastra las ratas muertas hasta los garajes. Pero no, miré bien y el ruido procedía de las hélices de un enorme helicóptero del Servicio de Urgencias Canario (SUC), que peinaba la costa portuense entre el muelle del Penitente y el Lago de Martiánez. Me vestí y, con unos prismáticos, caminé desde mi casa hasta la Punta del Viento (unos 150 metros) para recabar información. Pero sin suerte. No encontré por la vuelta ni un solo policía (parece que todos estaban en el referido muelle), ni nadie solvente que me pudiera ofrecer datos de lo que sucedía. El helicóptero metía un ruido ensordecedor, pero en el Puerto de la Cruz cae la bomba atómica y nadie se despierta. Es este el pueblo con el sueño más pesado del mundo. El helicóptero permaneció dos horas iluminando la costa con sus potentes focos y luego se elevó hasta su base. Al día siguiente me enteré de que un tipo, creo que un turista, había llamado a emergencias, en medio del pedo que tenían los dos, porque un compañero suyo supuestamente había caído al mar en El Penitente. Se activó la emergencia aérea, pero resulta que no, que el afectado en cuestión no se había precipitado al mar, sino que dormía plácidamente en su hotel, mientras otros estaban dispuestos a jugarse la vida por salvar lo insalvable. Si los hechos ocurrieron de la manera que los cuento, y no tengo motivos para dudarlo, espero que les cobren a los dos irresponsables los gastos del operativo. No habrá reclamaciones por daños contra el sueño, porque aquí no se despierta nadie jamás.

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