Hace no mucho tiempo me enviaron por WhatsApp la intervención, en extracto, del embajador de Panamá en una asamblea parlamentaria latinoamericana; no me pregunten cuál. El interviniente ponía un ejemplo, a tenor de lo que se estaba discutiendo, relacionándolo con una anécdota suya de su época de estudiante universitario. Se trataba de intuir cómo reaccionaría un marido, traicionado por su mujer, siempre en relación a su ideología practicante. Y el embajador dijo: “Un marido de derechas reaccionaría violentamente, incluso con riesgo físico para su mujer. Un esposo socialdemócrata se sentaría con ella y le haría prometer que no volvería a incurrir en la infidelidad. Y, finalmente, un marido despechado comunista reuniría unas cuantas piedras y convocaría una manifestación frente a la Embajada de los Estados Unidos”. En verano, las redes aprovechan para sacar a relucir las anécdotas que consideran más afortunadas, entre ellas las referidas al matrimonio, que es una institución recurrente. Ya dijo Groucho Marx que “el matrimonio es la principal causa de divorcio”. Con esta frase, como con otras muchas, el genial cómico que quiso que grabaran en su lápida, o al menos eso se dice, la famosa leyenda de “perdonen que no me levante”, dejó sentenciado lo complicado de la unión para siempre entre seres humanos. Fíjense en lo problemáticas que son esas relaciones que a Gerard Piqué le pitan en los campos de fútbol de los Estados Unidos por haberle sido infiel a Shakira; y a Sanna Marin, la primera ministra de Finlandia, los rusos la quieren apartar de su esposo ¡porque bailaba con otro hombre! La maldad de las personas, aprovechando multitudes y redes, no tiene límites. Aquí no hay individuo más sincero que el propio Groucho: “No piense usted mal de mí, señorita, mi interés por usted es puramente carnal”. Clarito, para evitar especulaciones malintencionadas.