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La poca memoria

Da igual el pueblo que sea. El populacho goza de poca y de perversa memoria. Aquí en España teníamos que honrar la de Adolfo Suárez y -con sus errores fuera de la política- reconocer permanentemente al rey Juan Carlos, al que incomprensiblemente su hijo y el Gobierno de turno mantienen exiliado en un país árabe. Pero, no. Tenemos que olvidarnos del presidente y denostar al monarca. Se ha demostrado que los mejores regímenes de Europa se extienden en torno a las monarquías parlamentarias. En España teníamos repúblicas y las tumbamos. Teníamos monarquías y la tumbamos también. Teníamos dictaduras y la última se cayó sola, con el dictador agonizando en la cama. Volvemos a tener monarquía y la queremos tumbar. El biógrafo de Gorbachov y premio Pulitzer, William Taubman, ha dicho recientemente que el líder de la perestroika, el autor de las reformas más importantes del mundo moderno, el gran hombre que desmanteló la URSS y dio libertad a sus pueblos, no quiso vivir fuera de Rusia, a pesar de los desaires de su pueblo, para demostrar que no tenía intención de traicionarlo. Se presentó a unas elecciones en 1996 y sólo llegó a obtener el 1% de los votos. Sus conciudadanos lo habían olvidado, no supieron entender su participación trascendental en la historia universal. No es nuevo. Churchill perdió las elecciones de 1945, tras haber ganado la II Guerra Mundial. ¿Por qué? Nadie lo sabe con certeza, a pesar de los miles de análisis que se han hecho. Attlee le sacó más de tres millones de votos y el laborista Attlee no era nadie. Siempre queremos cambiar, siempre queremos derribar lo que está. Gorbachov acaba de morir, pobre, viudo, con pocos amigos, pero universalmente admirado, menos en Rusia. Llevo varios días dándole vueltas a la cabeza: ¿por qué somos tan miserables?

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