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Y Benito, popular vecino de La Guancha, se fue con el gorro puesto

El popular vecino que tejía sin parar prendas que luego regalaba a sus familiares, amigos, médicos y enfermos de cáncer, falleció el jueves
Benito Hernández Cruz tenía 90 años y era una persona con mucha chispa.
Benito Hernández Cruz tenía 90 años y era una persona con mucha chispa. Fran Pallero

Benito hizo hasta último momento lo que más quería: tejer gorros, que primero regaló a sus familiares y amigos, a los médicos que lo atendían y luego a las personas enfermas de cáncer para que esta prenda les ayudara a superar el frío los meses de invierno.

Este popular vecino de La Guancha, que en abril cumplió 90 años, falleció el jueves debido a su avanzada edad y una dolencia que no pudo superar. Además del cariño de su familia, se llevó puesto lo que más quería, un gorro tejido por él que lo acompañará siempre, igual que su recuerdo a todas aquellas personas que tuvimos la suerte de conocerlo y compartir momentos con él.

Benito Hernández Cruz tenía todavía muchos proyectos, algunos de los cuales había empezado a concretar con el apoyo de su hija Ana Elia y de su nieta Leila, su aliada incondicional, y con quien aprendió a tejer a ganchillo.

Dada la pasión que tenía su abuelo por esta labor, que además le ayudaba a que su mano derecha no se le atrofiara por una pequeña artrosis, le propuso hacer gorros y donarlos a los pacientes oncológicos y a todas las asociaciones que luchan contra una enfermedad a la que él no era ajeno porque también la sufrió su esposa.

Sabía que muchas personas batallan en silencio y por eso quería ayudarlas a mitigar ese dolor. El proyecto lo iniciaron el año pasado e implicaron a la ciudadanía para que donara lana y hilo. Se involucraron vecinos de todos los municipios y consiguieron lo esperado, que gorros llenos llenos de amor, fuerza y un poco de su chispa, llegaran a Asociación Contra el Cáncer de Mama Ámate y a AECC de Santa Cruz de Tenerife.

Benito se ganó el apodo de ‘el señor de los gorros’, como lo conocen en su municipio. Fue un médico del Hospital del Norte donde estuvo ingresado en 2020 quien lo bautizó así porque a todo el personal y a los enfermeros les regaló uno. No paraba de tejer, una labor que se había convertido en su mejor terapia. Tampoco de reírse, porque si de algo podía presumir era de su buen humor.

En el garaje de su casa tenía su rincón preparado. Un sillón, una pequeña mesa y bolsas enteras en las que guardaba sus tesoros y mostraba orgulloso cuando iban a visitarlo. Allí tejía sin parar mientras saludaba a algún vecino que pasaba. Eso sí, siempre con un gorro puesto.

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