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Adivina quién viene esta noche

La madrugada del jueves al viernes de la última semana de septiembre tuve un sueño perturbador. Posiblemente a causa de la inoportuna ingesta de una naranjada mientras escribía el artículo para este periódico –nunca se deben comer ni beber naranjas de noche-, tuve un sueño tan real que me desperté sobresaltando, como si le estuviera ganando una batalla a la muerte. Fue aquel un sueño tenebroso, negro, agresivo, como pocas veces me ha ocurrido en mi vida, y me costó dos pastillas de melatonina para relajarme y recuperar la placidez de la noche. Una voz me decía: Adivina quién viene esta noche, que es el título de la película de Stanley Kramer, protagonizada por Spencer Tracy, Katharine Hepburn y Sidney Poitier, estrenada en 1967. Logré controlar la neurótica situación respirando hondo y dejando de manotear contra el enemigo invisible, tardé mucho en volverme a dormir, pasadas las cinco y media de la madrugada. Aquella frase no contenía la ternura de la película, sino todo lo contrario, un conflicto de origen desconocido, como si alguien poco amistoso me quisiera enviar lejos de donde estaba. Superado el trauma me olvidé del sueño, porque uno posee un automatismo en el cuerpo que le hace desprenderse de los episodios nocturnos no deseados. Porque soñar, soñamos cada noche, aunque no recordemos qué. En fin, que días después me vino a la mente aquel sueño, que no quiero pensar que sea premonitorio de nada; o quién sabe. Son curiosas las reacciones que provoca la noche, cuando crees descansar y lo que ocurre es que libras una batalla con los temores que coleccionas en tu vida y el cerebro los almacena y los saca más tarde a su albedrío. Por eso no me gusta dormir de noche, a pesar de todas las recomendaciones.

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