Así empieza la letra del himno que no fue, Ay, Canarias. Tantos años después, no hemos sido capaces de decidir lo que más nos conviene, si Europa, si nosotros mismos, si convertirnos en el paraíso fiscal que niegan con la boca chica los grandes países y fomentan después con la boca grande para guardar los ahorros de sus clases más favorecidas, lejos de la zarpa tributaria. Canarias lo ha intentado casi todo, aunque pobre de los que se acojan a la RIC, por ejemplo, porque serán perseguidos con saña y revisado hasta el último céntimo de sus cuentas por la Agencia Tributaria. A la Hacienda española no le gustan las ventajas fiscales, sólo aceptan las inevitables: los fueros económicos de Navarra, el País Vasco y Cataluña. Con ellos hay canguelo, con nosotros no, porque a Canarias, desde Cubillo, no se le tiene respeto alguno por parte del Estado. Un Estado tan temeroso que, en tiempos del referido Cubillo, destacó aquí a los embajadores africanos para que vieran cómo éramos (si éramos blancos o negros) y que sobornó al secretario general de la OUA, Edem Kodjo, para que esos países dejaran tranquilas a las Islas Canarias. Qué tiempos. Me olvidé de contarlo en mis Memorias ligeras, que están casi listas y cuyas pruebas acabo de revisar en Litografía Romero en estos días. En diciembre pondrá la editorial La Gaveta Económica a la venta sólo 50 ejemplares, en una novedosa técnica de lanzamiento. Me tocó hablar con Marcelino Oreja en el Mencey, en sus tiempos de ministro de Exteriores, porque me pidió mi opinión sobre Cubillo y el Mpaiac. Testigo: Juan del Castillo. Ay, Canarias, porque a pesar del tiempo desde la conquista todavía no sabemos bien qué somos ni qué queremos realmente. Hay que leer los artículos de Juan-Manuel García Ramos y los libros de José Carlos Francisco.