tribuna

Don Jeremías cuenta hasta cien

Ya se ha hecho público el premio Benito Pérez Armas 2022. La novela premiada ha sido Don Jeremías cuenta hasta cien, de Antonio Martín. Se habían presentado 53 títulos y he de confesar que las diez seleccionadas como finalistas eran merecedoras de recibir un galardón literario. Este año tuve el honor de formar parte del jurado y me sorprendió la calidad de las obras presentadas. Quiero decir que la literatura está de enhorabuena porque se escribe mucho y bien, y esto significa que hay un gran número de personas que contradicen ese mantra que nos hace pasar por una manada de mediocres sumisos, presos de la estupidez que se ofrece en las producciones del gran consumo que se reflejan en las redes y en las televisiones. Los escritores nos salvan del ranking de mediocridad que nos invade. Gracias a todos ellos. Don Jeremías cuenta hasta cien es un ejercicio de lenguaje como si a distintas personas se les hubiera hecho el encargo de relatar la misma historia. En este sentido es un intento de visión poliédrica de la realidad, igual que el que movía a Picasso a sus experiencias cubistas variando el punto de vista para pintar el mismo retrato. Siempre me ha interesado esa técnica de cercar a lo que se quiere definir, aprisionarlo hasta dar con la imagen concreta que lo abarca todo. Así lo hacen los matemáticos para demostrar sus teoremas que parecían imposibles. Pero este efecto, que está conseguido desde la mirada abstracta más conservadora, se ve enriquecido por tramos de belleza extraordinaria para que su lectura se convierta en un deleite. No me costó trabajo decidir que esta obra, a la que muchos pueden emparentar con Panza de burro, de Andrea Abreu, era la que definitivamente fuera seleccionada. Lo mismo les ocurrió a mis compañeras del jurado, Blanca Hernández y Yolanda Arencibia. La mañana en que nos vimos on line para dilucidar sobre el premio, enseguida nos pusimos de acuerdo. No sé si calificar de localismo ensombrece o enaltece a lo que se juzga, pero a mí me parece una oportunidad para resaltar que lo que hacemos desde lo que nos resulta más cercano es digno de figurar en los listados de lo universal. Para alcanzarlo primero hay que pasar por la aceptación de lo próximo y así escalar hacia los valores comunes de lo que estéticamente tiene obligatoriamente que ser admitido por la generalidad. Además, hay que tener en cuenta que en eso consiste la originalidad, en presentar lo nuevo como una revelación al mundo, y en este caso, al ser una especie de divulgación cultural, está cumpliendo con esa importante misión aceptando la utilización de un lenguaje que se desvela con una posibilidad de altísima calidad literaria. Tengo que felicitar a Antonio Martín por su trabajo y decirle que disfruté mucho leyendo su novela. También que me alegré al comprobar cómo todavía tenemos la esperanza de salvar los valores de la buena escritura, siempre a expensas de las modas y de la contaminación con que se ve influida por cumplir con los algoritmos que supuestamente garantizan el éxito. Todavía queda la pureza de quienes no se dejan arrastrar por los cantos de sirena de la vulgaridad. Este premio está reconociendo los esfuerzos para hacer esos distingos. Hoy confundimos a lo grandilocuente y a lo exagerado con lo bueno. A veces hay que recurrir a la honestidad de los certámenes humildes, igual que a las editoriales minoritarias, para descubrir que al auténtico arte todavía le resta algo de dignidad. Esperemos a la edición. Los lectores estamos de enhorabuena.

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