por quÉ no me callo

El mundo que deja ‘El Loco de la Colina’

Ha muerto El Loco de la colina en esta cuesta abajo de 2022. Jesús Quintero habría dicho que el tiempo vuela, tempus fugit, no sin cierta melancolía porque la vida se evade. Decía Horacio, si el tiempo huye, carpe diem, vivamos el momento. Quintero suscribía esto último en uno de sus apotegmas.

Se está notando la falta de voces imprescindibles para situaciones de excepcional gravedad como esta. El Loco de la colina hubiera puesto en su sitio a Putin mirando a la cámara como Marlon Brando, y habría hecho discursos para la ocasión cada noche de haber estado en activo. Como siga este éxodo de nuestros ídolos necesarios, nos vamos a quedar solos y cautivos.

Hay cierto auge de toda la filosofía zen y la cultura orientalista que despiertan la curiosidad del homo pandemicus, atiborrado de estrés y percances al por mayor. Lo cual nos trae a la memoria los célebres soliloquios del Loco Quintero, el maestro de la pausa, que se nos fue ayer, a los 82 años, y no nos hacemos a la idea.

Porque el Perro Verde habría dicho hoy que vienen nubes negras en el mundo que ayer dejó. Si tienen fundamento las teorías de que el autócrata de turno, Putin, prepara las condiciones para un ataque nuclear de perfil bajo, con balines atómicos, aún no con misiles balísticos, huelga hacer cálculos de corto y medio plazo sobre el año económico, turístico y político que nos espera detrás de las cortinas de 2023. El ruso tiene 2.000 bombitas tácticas que harían mucho daño sin llegar a la espiral destructiva de las armas nucleares estratégicas. Rusia es la primera potencia nuclear en estos momentos. Posee 5.977 cabezas nucleares, seguida de Estados Unidos (5.428), China (350) y Francia (290). Y Putin (por si alguno lo ha olvidado) puso a sus fuerzas disuasorias nucleares en alerta máxima a los pocos días de iniciar la invasión de Ucrania en febrero.

Cómo hacer planes con esta gentuza. La sordidez se ha instalado en la ojiva de Putin, en su cabeza nuclear ya casi calva, y estamos a expensas del pie con que se levanta cada mañana el inquilino lunático del Kremlin.

Con la población en desbandada para no ir a la guerra y las tropas huyendo ante el avance ucraniano, por esa cabeza no pasan ideas conciliadoras. Putin está en la tesitura del coronel Jessup (Jack Nicholson) en Algunos hombres buenos, ante nuestra mirada fija como Tom Cruise, en la fundada sospecha de que, dada la indisciplina de su ejército, ha ordenado el código rojo. Tras la purga secreta de los mandos, Putin puede dar el paso más temido, la paranoia del ataque final. Ya ha mandado moverse a su submarino nuclear más temido, el Belgorod.En calidad de jefe del Comité Nuclear de la SNF, es el amo del Cheget, el maletín nuclear de 11 kg que tiene a mano continuamente. Contiene un teléfono portátil. Otros dos maletines similares están en poder del ministro de Defensa y el Jefe de Estado Mayor General. Si esa comunicación se bloqueara, Putin puede usar la Mano Muerta, un sistema alternativo secreto. Solo un acto de dignidad suprema de cualquiera de los implicados en esa cadena de mando podría salvar al mundo del peor presagio del Reloj del Apocalipsis, de la Universidad de Chicago, que marca ya tan solo 100 segundos para la medianoche o Juicio Final. El poder de Putin para apretar el fatídico botón es absoluto, como lo es en EE.UU., y en tiempos de Trump con las amenazas de Corea del Norte el Senado se planteó un protocolo más garantista ante la inestabilidad del presidente.

Esa nube negra está pasando sobre nosotros en estas postrimerías de 2022, tras el estallido de la pandemia en 2020, como en una escalada de terror. Si nos aferramos al fenómeno Hermine, cabe soñar que un golpe de suerte arregle la situación cuando peor pinta. ¡Cuánto echamos de menos las soflamas del Loco de la Colina en estos momentos de emergencia!

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