Un buen amigo médico me acaba de hacer un regalo: el Tratado de Anatomía Humana, el famoso Testut –L. Testut es su autor-, edición de 1944 por Salvat Editores (Barcelona y Buenos Aires), traducción al castellano de dos profesores de Barcelona, Corominas i Sabater y Riera i Villaret. Es la octava edición del famoso tratado, corregida y aumentada. Los tomos me trasladan al año 67, o por ahí, en Sevilla, cuando decidí dejar mis estudios de Derecho en La Laguna para dedicarme a la Medicina. Fue un fracaso esta decisión, pero mi abuelo me mandó a la hoy capital de Andalucía para que siguiera mi equivocada vocación. Él había estudiado Derecho en la ciudad hispalense, lo mismo que mi bisabuelo, que se licenció en Derecho Civil y Canónico en aquella Universidad. No correspondí a la confianza de mi abuelo y regresé a la isla, después de dos años de diversión y jolgorio en aquella Sevilla de mis crónicas primeras. Se lo compensé sacando el número dos de mi promoción de ingreso en la carrera de Periodismo, en La Laguna. Y es curioso: yo tenía algún tomo del Testut entonces, pero jamás los cuatro volúmenes que me acaban de regalar. Se trata del tratado más completo de anatomía escrito jamás, con dibujos espectaculares y descripción exacta del cuerpo humano, esa perfecta maquinaria, y de sus funciones. He celebrado el regalo, que mi amigo me llevó a Los Limoneros, que por cierto el pasado día 29 de septiembre cumplió 36 años desde su apertura. Y me he puesto a estudiar anatomía, releyendo el Testut, que no acabaré nunca, probablemente, porque son muchas páginas las que me quedan por delante. Cómo se agolpan los recuerdos, hasta los de una amiga/amiga muerta en accidente de coche cuando recién había acabado sus estudios de Medicina. Se llamaba Filo Higueras, los ojos más bellos de Andalucía.