el charco hondo

Laura

Laura ha dejado de ser Francisco para ser Laura, por fin, al fin. Francisco se ha echado a un lado para que sea Laura quien, por fin, al fin, continúe el camino, para que Laura sea feliz después de una vida entera habitando un cuerpo que no sentía suyo. En el transcurso de la charla que Natalia Torres ha compartido con los lectores de este periódico, conversación a la que él no acudió porque a partir de ahora, por fin, al fin, ya solo ella, Laura contó que ha dejado de ir de la mano de Francisco. Se acabó ir un paso por detrás de él, siempre esperando su momento, febrero, días en los que Francisco se quedaba en casa y Laura, al fin, por fin, salía a la luz, a la calle, al mundo, a la vida, protegida por el paraguas o el escudo que le ofrecía el carnaval. Natalia lo ha escrito con una sensibilidad tan sutil como elegante, con tanta dulzura que poco han tardado muchísimas voces en abrazar personal o emocionalmente a Laura, a la lechera del carnaval. Hace tres años dejó de necesitarla. Francisco dijo adiós, y dejó que, al fin, por fin, Laura sea Laura. Me prejubilé después de cuarenta y seis años trabajando en un hotel -recuerda, ya en paz con ella-. La mañana siguiente, en mi casa, deprimida, tuve una revelación frente al espejo, me dije que tenía que ser mujer, ser feliz -se dijo-. Laura decidió que quienes la rodean tenían que conocerla, sin esconderse, sin sufrir, sin tener que meterse en un cuarto oscuro; quería verse y que la vieran, por fin, al fin, como mujer. La conversación de Laura con Natalia arroja luz en distintas direcciones, abre puertas, oxigena, normaliza. Ayuda a iluminar lo recorrido, y sufrido, por quienes han vivido o viven huyendo de la luz, del qué dirán, de los inquisidores de salón, de las lenguas de veneno, de la intolerancia, de la estupidez, de la arrogancia e inmadurez de aquellos que tienen dificultades para empatizar con los sentimientos, la sexualidad o el querer de los demás. Y, en otra dirección, Laura recuerda a los distraídos que más allá del exorcismo al que invita, de la fiesta, del cordón umbilical con los que fueron o fuimos, el carnaval siempre ha abierto o entreabierto las puertas de tantos armarios que permanecían cerrados de febrero a febrero. Laura, por fin, al fin, puede ser ella. Muchas como ella pasaban el año esperando la llegada del carnaval para regalarse la calle, la libertad y la luz que se les negaba durante once meses. Gracias, Laura, por contárselo a Natalia. Gracias, Natalia, por contárnoslo tan bien.

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