después del paréntesis

Los ojos

Los ojos siempre fueron los grandes instruidos de los hombres. Somos porque nos ven o porque vemos. Y percibimos por la agudeza connatural de lo que somos: distinguir la luz con sus valores. Podemos distinguir los colores e incluso discutir sobre su funcionalidad, si el rojo es pasión o el azul frigidez. De manera que los ojos no solo ven sino que aprecian. Aprecian, por ejemplo, la maravilla y la fijeza estética del arte, cualquiera de nosotros ante el cuadro más extraordinario de cuantos se han pintado, Las Meninas, o ante el fragor manifiesto (negro, blanco) de las pintaderas de Manolo Millares. La ceguera, entonces, renuncia a la sustancia y encierra a los individuos en el ruido del negro. No distinguir o solo hacerlo por el tacto cercano. Y eso es lo horrible, no tanto el oscuro cuanto el no poder proyectarse más allá de lo próximo, no poder percibir el latido del horizonte. Y eso ocurre con las personas que pierden la vista poco a poco con el tiempo. Cito a Borges. Lo que les queda es el recuerdo del ver, no el ver, y distinciones difusas de parcos tonos, como le ocurrió al escritor argentino con el tenue amarillo. Eso queda en la completitud. Pero el moderno parece traernos nuevas expectativas. En efecto, experimentos hay que cuentan que con el implante en zonas precisas de la cabeza de artilugios electrónicos los ciegos pueden “ver”, ver lo que esos artilugios recogen. Y eso quiere decir que los hombres de nuevo nos dividiremos ante lo que viene, como ocurrió con el invento de la escritura, o lo que es lo mismo, preservar la memoria en el cuerpo frente a fuera del cuerpo, cultura oral frente a cultura escrita. Ya no se corresponde tanto el poseer órganos activos precisos para percibir sino que recibirás lo que un invento registra por ti. La cuestión no es el sujeto satisfecho por sus órganos sino por lo que lo complementa. Por eso la estrategia de hoy resulta más compleja e incluso pavorosa: lentillas con pantallas micro-LED para que te den información sobre los senderos por los que caminas o la carretera por la que transitas…; aplicaciones espectaculares, como grabar vídeos o distinguir los componentes. Lo que sustancia el moderno es que lo que nos sirvió para ajustar la visión ahora cobra nuevas dimensiones, o lo que es lo mismo, de ahora en adelante no usaremos lentillas para ver mejor sino para lo que nos proporcionan. La pregunta es, por tanto, categórica: ¿constatar o suplantar? Ese es el nuevo registro de los ojos.

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