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Mi amigo don Pepe

Repasando mi correspondencia acabo de encontrarme con una carta fechada el 14 de junio de 1985, remitida por un hombre bueno e inteligente, un republicano represaliado injustamente por el franquismo, don José Rodríguez Barreto, a quien aprecié mucho. La carta me fue enviada en relación con mi libro Gesta y sacrificio del teniente González Campos, en su primera edición. Y dice: “…con lucidez y sin partidismos, te limitas a narrar la historia episódica de unos hechos escuchados: la ejecución por un vencedor inmisericorde de un hombre de bien. Es bueno, querido Andrés, que después de tantos años de silencio y de mentiras vean la luz pública libros como el tuyo, lúcidos en el juicio de personas y hechos, a través de los cuales muchos descubran hoy -sorprendidos o alborozados- facetas y personajes de un pasado reciente. Un abrazo cordial, José Rodríguez Barreto”. No sé si don Pepe Rodríguez tiene dedicada una calle en el Puerto de la Cruz, al menos yo no la conozco. Tampoco se le ha rendido un homenaje público. Se le reintegró, con la democracia, a su puesto de funcionario municipal. Pudo escribir, durante el franquismo, excelentes artículos en el diario La Tarde, dirigido por don Víctor Zurita y en el que yo trabajé durante seis años. De su familia cercana sólo queda su hija Margarita, a la que no veo nunca y a la que profeso un afecto muy especial, en la distancia. Don Pepe Rodríguez, que fundó un lugar inolvidable llamado Skandinavia, en el patio de su casa, dio cobijo a las vanguardias locales de la música. Yo leía Destino en su casa. Era un ser humano extraordinario, lleno de ternura y de conocimientos. Sufrió por sus ideas y por la vida, que le arrebató a personas tan queridas. Esta vieja carta me ha llenado de recuerdos.

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